NO FALLÓ ARCONADA. FUE EL DEMONIO. Por Garcilaso.
Carta de Platini al demonio. Estimado Satanás. No quisiera molestarte pero es que estos días han sido muy duros. Ya te he hablado de aquel trauma infantil que me generó un odio visceral a los españoles. Y ya soy muy mayor para superar esta mierda. Tiene cojones que desde que soy presidente de la UEFA, no paro de entregar trofeos a los equipos españoles. Cuando no son los clubes, la puta selección. Y no sólo la absoluta, no. Unas veces la sub-19, otras la sub-21, algunos años todas a la vez... Este año me las prometía muy felices porque contra todo pronóstico el Barsa y el Madrí habían caído en las semifinales de la Champions. Cuando ya pensaba que me libraba de ponerles las medallas a estos asquerosos, van los gilipollas del Aleti y ganan la Europa League. Casi sin reponerme del disgusto, poco después ya estaba dándole el trofeo de la Eurocopa al piojoso de Iker Casillas. ¡Otra vez! Hay que joderse. Después de un verano horroroso, con rumores de que un tal Villar, un cretino que dice fulbol, o jurgol, o algo así, quiere moverme el sillón, nos plantamos en la elección del mejor jugador de Europa. Si no era suficiente castigo que los tres candidatos jueguen en España, cuando estábamos haciendo apuestas entre Ronaldo y Messi, resulta que le dan el premio al tiñoso de Andrés Iniesta. Y para colmo, al día siguiente, el Aleti gana la Supercopa de Europa. Con goleada además. Estos mamones ya no ganan las finales por uno a cero. Ahora te meten una paliza. Acabo de entregarle la copa a un mugroso, un tal Gabi, de Albacete como el otro enano cabrón. Debe haber algún hechizo o fenómeno paranormal en esa zona. Deschamps, que ha jugado por allí cerca, me habla del poder de la vara, o no sé qué. ¿Cuándo acabará este suplicio? Sé que me advertiste que sería duro. Lo sé. Lo recuerdo muy bien. Allí estaba yo, frente a la barrera. Mucho allons enfants de la patrie y todo eso, pero no estábamos jugando una mierda. Como si fuese brujería, se habían colado con lo del doce a uno a Malta en nuestra Eurocopa. Y allí estaban, en la puñetera final. Y jugando mejor que nosotros. ¡Qué coño mejor! Dándonos un baño. Miré a Rocheteau y le dije: Aquí hay que hacer algo. No puede ser que estos lerdos nos ganen la final, en nuestra casa. Así que hicimos el pacto. Por cierto, nunca te lo he comentado pero joder, ya puestos a hacer pactos con el diablo, digo yo que podías haber enviado el balón a la escuadra, no hacerle la putada con aquel churro en la falta al pobre Arconada. Ten en cuenta, por favor, que aquel día yo estaba muy quemado. Acababan de mandar a cagar a mi representante cuando fue a ofrecer mi traspaso al Madrí. No es que yo estuviese mal del todo en la Juventus. Aquellos años en Italia nos dopábamos hasta las cejas y algún torneo rascábamos pero, qué quieres que te diga, no hay color. Pues nada, que no hubo manera. Que si el cupo de extranjeros, que si ya tenemos a Stielike... Y todo fue debido a un mal entendido. Todo por culpa de la visita a aquel adivino del barrio latino. Si vuelvo a encontrármelo, te aseguro que lo cuelgo por los huevos desde lo alto del arco del triunfo. El hijoputa me aseguró: Michel, el año que viene jugarás en el Madrí. Luego resultó que subieron a un ñoño del Castilla. Un tal José Miguel González Martín del Campo. ¡Y van y le ponen mi nombre! Michel. Palurdos. Así que como comprenderás, entre el cabreo, mi aversión a lo español, y el ansia por la victoire, la grandeur y todo eso, acabamos pactando. Se que los pactos están para cumplirlos, y yo soy una persona seria, pero ¿no crees que te estás recreando un poco en el castigo? ¿Qué me queda ya por ver? ¿Que mi hija me comunique que está embarazada de Iker Muniaín? ¿Que la UEFA me organice un acto con saque de honor en el campo del Levante? Dios, con perdón, esto es insoportable. Últimamente me dado por recordar cuando le puse la medalla a Andrés Palop en el Prater de Viena. Yo no quería ni mirar y aquel capullo agarrándome: -¡Mira, mira, la camiseta! Ya sé que me has dicho muchas veces que tu no tuviste nada que ver en esto y no tengo por qué dudar de tu palabra, pero no puedo dejar de imaginarte descojonándote en el infierno. En fin, no te molesto más. Siempre tuyo, muy a mi pesar, recibe un caluroso saludo. Michel Platini.