Blog: «EL BLOG DE BARETTI»

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EL BLOG DE BARETTI. Por Baretti.

SEVILLISMO CON MAYÚSCULAS.
Dijo Nietzsche, el célebre pensador alemán del XIX, que: “No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada”.

El partido contra el Valencia, uno de los rivales más fuertes de “nuestra Liga” (como se dice ahora) fue sólo un medio partido. Me explico. Sólo el primer tiempo se desarrolló dentro de los cánones normales competitivos. Durante ese período el Sevilla lo pudo haber dejado resuelto, con la suficiente ventaja como para afrontar la segunda mitad con confianza y cierta tranquilidad. Nuestro temido rival se mostró como un equipo miedoso y cauteloso. La anulación de un gol (totalmente) legal y la precipitación y nerviosismo en la culminación de ciertas jugadas pueden justificar el corto bagaje sevillista al descanso.

Pero lo que nadie podía pensar ni imaginar era que el segundo tiempo se convirtiera en algo digno de una novela kafkiana. Los eventos se fueron sucediendo con una extraña y sofisticada continuidad hasta dejar sólo al Sevilla frente a su destino y su destino anoche era afrontar una lucha en una inferioridad física aplastante o sea con dos piezas menos y frente a un enemigo de un tremendo potencial, crecido moralmente por el caramelito que la diosa fortuna le ofrecía en bandeja.

Es en estos momentos cuando hay que demostrar la grandeza. Y el Sevilla y su gente de Nervión lo demostraron. Demostraron por qué este equipo es grande entre los grandes, no desde hace 7 u 8 años, sino desde que nació en la tierra que lo parió, esa tierra cuyo nombre lleva por primogenitura, naturaleza y corazón.

Luego, ya vendrán los lameculos de la Central mediática nacional y adláteres provincianos para quitar brillo a una proeza que de haberse desarrollado en otras tierras más norteñas tendría oropeles numantinos y querer “vender” que nuestro triunfo fue un demérito del rival. Pero esto a mi, personalmente, me la trae al pairo pues al igual que Sócrates pienso que “las almas ruines solo se dejan conquistar por presentes”. Yo añadiría que más que presentes por las migajas que le tiran sus mafiosos jefes.

Hoy no voy a meter más vara sobre el trabajo que aún nos sigue faltando para limar viejos defectos, ni voy a seguir machacando sobre las imprecisiones en la transición, ni sobre las pérdidas absurdas de balones, ni sobre el nerviosismo y precipitación de los contragolpes, ni sobre algunas cosillas más. Porque hoy por encima de todo me siento orgulloso de ser sevillista. Por muchas cosas, pero por encima de todas, por la comunión impresionante de ayer, entre público y equipo, entre el sevillismo con mayúscula y su equipo, nuestro equipo.

Y como ando metido en frases, quiero terminar con una de la escritora belga, Amélie Nothomb: “Llegó el momento en que el sufrimiento de los demás (de nuestros jugadores, digo yo) ya no les bastó: tuvieron que convertirlo en espectáculo“.

Qué grande es el sevillismo. Hasta siempre. Ciao, amigos.