El domingo 21 de los corrientes, la Liga abre el telón en Sevilla y lo hace con la temperatura emocional reventona, con un Betis-Sevilla en todo lo alto, con dos aficiones mirándose a los ojos y disparándose veneno. Lo malo es que el choque se disputará a las diez de la noche y, a poco que el balón se pierda un par de veces por los tejados, amenaza con acabar el lunes. Y el que gane, fenomenal. Pero el que pierda, si se tiene que levantar a las seis de la mañana, pues fíjate qué gracia: no habrás podido pegar un ojo del disgusto; ojeroso, llegarás al trabajo y soportarás la ignominia del compañero, que para más inri es del equipo de la acera de enfrente.
Pero es que la semana siguiente, los sevillistas tienen otra ración de triquitraque: duelo regional contra el Málaga, también a las diez. O sea, terminar otra vez en los tejadillos del lunes. La verdad es que los sesudos fabricantes del horario de partidos en la máxima categoría han estrujado su cerebro como las aljofifas que utilizaba mi abuela para fregar el patio: horarios a las diez, a las cuatro de la tarde, a las doce del mediodía, a las seis, a las ocho… Al gusto del fabricante. Sobre todo del fabricante chino, que ahora es el consumidor más compulsivo que existe y, al parecer, el único. La Liga de Fútbol Profesional, no sólo mantiene el pulso a las radios comerciales, sino que está dispuesta a matar de una insolación a los futbolistas. Porque, figúrense, un partido del Málaga a las cuatro de la tarde, justo en horario de culebrón, cuando el pollo al chilindrón va destripando terrones por el conducto intestinal y se topa de bruces con el arroz con leche. A todo esto, ese sol lanzando llamaradas desde todo lo alto, directas a la cabeza. Y ese Julio Baptista, que acaba de recibir una falta al borde del área, cosa que el árbitro no ve. Dolor de cabeza, insolación. Uno termina pidiendo la hora, pero no para que termine el partido con la victoria del equipo de sus amores, sino para dirigirse como una flecha al hospital.
La patronal del fútbol, con su manifiesta insolidaridad, termina de hundir en las miserias el fútbol aficionado. Los de Segunda, Segunda B y Tercera, así como la legión de equipos de regional y local, que se las apañen solos, y que jueguen los martes por la mañana o a las ocho de la mañana de un sábado cualquiera. El presidente de la Federación Asturiana, Maximino Martínez, lo dijo en Radio Marca: “Es la muerte del fútbol aficionado” Maximino se las verá con Ángel Villar y le expondrá su desazón: “Debe haber una franja horaria adecuada para la cantera y que no sea invadida por el fútbol profesional”. Lo dicho, a las ocho de la mañana de un día cualquiera, con la fresquita.
Los grandes saurios de la Liga, Real Madrid y Barcelona, deberán estar tranquilos. Según Jaume Roures, que es ese señor de Mediapro que jamás se pone una corbata porque el protocolo le produce urticaria, acaba de decir que, Real Madrid y Barcelona son de otra casta. Roures ha asegurado que el primer Real Madrid-Barcelona se jugará el sábado, 10 de diciembre, a las ocho de la noche. La hora de los señores, “porque son un estamento superior”. No jugarán a las 12 del mediodía. El Atlético sí y, según el presidente de Mediapro, los dirigentes del club rojiblanco han apoyado la tesis horaria. Otros equipos de Primera también. También dijeron amén. Veremos cómo se digiere el caos. Se empieza el sábado, se termina el lunes. Entre medias, ni se come ni se duerme, se juega al fútbol. Sólo Real Madrid y Barcelona tienen garantizado horarios de coherencia. El resto jugará a los pies de la locura. Eso sí, al gusto de los chinos.
