Blog: «LA PALANGANA MECÁNICA».

Escrito por Nacho Mateos. Creado en Los Blogs opinan

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COSTUMBRES CENTENARIAS.
Por Carlos Romero (LA PALANGANA MECÁNICA).

Que nos guste el fútbol y seamos aficionados al mismo, nos sumerge en la vorágine de fichajes, nos permite hacer cábalas sobre el sistema de juego, genera grandes debates sobre si tal o cual jugador es el adecuado, o si el entrenador actúa bien en las distintas fases del juego. Ver un partido de fútbol de tu equipo y esperar que gane, despierta sensaciones pre-partido y te hace vibrar durante el mismo. Fútbol es fútbol.

Dependiendo del resultado tu salida del estadio conllevará un estado de ánimo u otro, pero siempre miraremos hacia el frente, al futuro,  esperando el siguiente y volviendo a las cábalas sobre si el sistema y los jugadores funcionaron, o bien habría que realizar los cambios pertinentes para lograr el desempeño como debe.

Ese jugador que no te gusta al que siempre ponen y que te trae por la calle de la amargura, supone un entripado que exteriorizas a la que tengas ocasión y en tu mente se repite una y otra vez esa jugada que representa, o bien todo lo que no te gusta de tu equipo, o en caso contrario, la esencia de lo que siempre debería ser y nunca olvidar. Es algo que queda como grabado per secula seculorum en el disco duro.

Es la forma de vivirlo interiormente de cuantiosas personas, pero  tenemos esa “otra” parte, vivida externamente, que tras asistir al estadio y volver a casa, independientemente del resultado, hay que vivirla forzosamente cuando comienza la semana, un día después. Dos formas de vivir el fútbol en la ciudad, hacia ti y hacia los otros.

El desayuno de los lunes se convierte para muchos en una corrida de toros, donde el camarero –bético, no podía ser de otra manera según se cuenta esta historia-  durante un par de años fue un aficionado acérrimo a la ópera de toda la vida, o al dominó mismo, no se sabe bien por qué cosas del destino, estos días te recibe de repente con una sonrisa socarrona que se le borró hace ya muchos años ¿Por qué será?

Ay sevillón, tú que le molestaste tanto con tu silencio eterno e infinito durante ese tiempo día tras día, minuto tras minuto y durante interminables segundos. Otros pusieron mofa y befa cuando les tocó en contadas ocasiones… guasa sevillana que le llaman.

– “Manolo, un café descafeinao cortito con espumita, templaito, en taza mediana,  y uno shurrito, há er favó… ¡ah! y con sacarina”.
Y Manolo pensando “vaya tela la guasita que se trae el palangana revenío con mibeti”.
– “¿Algo más va a querer el señor?”
– “Sí, un vasito de agua”.

Y es que hay muchas formas de “guasa sevillana” todo hay que decirlo, donde sin decir nada, se dice todo y la tensión se palpa, se puede cortar con un cutter afilado y una mirada puede bastar para desencadenar tormentas atronadoras en montañas lejanas u océanos profundos sin tan siquiera pestañear. Son cuestiones cuasi esotéricas y parapsicológicas que ocurren mientras ruge el tubito de la máquina de café que calienta la leche, que nunca supe como leches se llamaba, valga la redundancia.

Esta temporada, al menos, no será igual. Tu camarero ha recuperado el gusto por el fútbol por arte de birlibirloque, donde antes era ópera ahora se llama balón y el barítono se viste de negro con pito en la boca. Donde antes eran fichas de dominó ahora son alineaciones. No es lo mismo dar el “Do” de pecho, que gritar un “Gol” de hecho, aunque lo cante en Do menor.

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Conforme te acercas al mostrador del bar te lo ves venir de lejos, sonrisa en ristre, desafiante,  y por si acaso ases el estoque con fuerza por lo que pueda pasar y coges aire por si la embestida. Durante este tiempo de vacas flacas,  tan  solo debías dedicarte a hacer el paseíllo a ritmo de “El gato montés”, te acomodabas la taleguilla, un pasito corto tras de otro, te quitas la montera, te agachas en cuclillas poniéndola boca abajo siempre, (nunca se sabe quién puede haber detrás), te levantas y vuelta sobre el pie. Los aplausos tan solo por este hecho, atronadores. No había morlacos que echarse a la cara para dar un buen pase.

Toca sacar las artes taurinas de las verónicas y los pases de pecho, porque vienen bien crecidos y esperemos que no resabiados. Surge la necesidad de practicar el estoque, como siempre antes, porque el toro te puede coger, pero siempre acabará muriendo.

El fútbol sevillano es una tragicomedia, pues el careto se parecerá al de la comedia o al de la tragedia indefectiblemente, dependiendo del resultado de tu equipo. Y el del camarero también, esto juega igualmente en la corrida previa al desayuno, tan solo te queda esperar a que no te sise un churro, o que el café no aparezca en taza, sino en vaso  y frío, y que encima se queje porque le pagas con un billete de diez.

Con lo bien que servía este hombre cuando le gustaba la ópera. El año que viene otro gallo cantará, ópera, nunca mejor dicho.

Fútbol, bendito fútbol.
¿Y a mí me gustan los toros ni ná?