EL MIEDO. Por Juampex.
No es nada fácil, no, aunque esté siendo un trayecto muy feliz. Desde que uno conoce la noticia de su futura paternidad se amontonan las dudas, en la misma medida que la alegría, o en la misma medida que las felicitaciones. Recuerdo que entre todas las muestras de afecto, cariño y abrazos que recibí al darle la noticia a mis conocidos, una se me grabó a fuego en la mente.
– Vas a saber lo que es tener miedo.
Mi gesto de extrañeza hizo reaccionar al encargado de pronunciar esas ocho palabras, quien sin duda comprendió que no había terminado de captar el mensaje que él trataba de lanzarme. Y lo aclaró ipso facto.
– Sí, pero es parte de la vida. Miedo a que se ponga mala, miedo a que no sea feliz. Miedo a no tener control sobre todo lo que pueda ocurrir, porque ese poder no lo tenemos nunca, pero se manifiesta en miedo cuando puede afectar a una cosa que quieres tanto, y es tan pequeñita.
El tiempo pasó, ella nació sin problemas y hoy es una niña preciosa de 20 meses que está dando sus primeros pasos a la vida. Más bien sus primeras carreras. Tiene un aguante físico que su padre no tiene (ni por asomo) cuando juega un partido con sus amigos de toda la vida.Serán los años, los kilos, o un poco de todo.
Por suerte o por desgracia, al padre de la criatura le gusta mucho el fútbol. Y por tanto, está expuesta a una cantidad de partidos de fútbol en la televisión de casa, creo, mayor a la de otros niños de su misma edad. Su papá nunca ha tenido la obsesión de intentar que a su hija le gustara el fútbol, pero supone, quizá erróneamente, que si ella asocia «el gol» -como ella lo llama desde su inocencia- a momentos felices, es más que probable que le acabe gustando. No solo momentos felices por lo que la pantalla muestre -como la victoria de X equipo sobre otro- sino risas, sonrisas, reuniones de familiares o de amigos, o todo aquello con connotaciones positivas que pueda ocurrir en torno al deporte. El problema es que el padre de Julia ha descubierto que no sabe si merece la pena que a ella le guste el fútbol, por determinados acontecimientos que han ocurrido recientemente. No, perdón, no es que no sepa si merece la pena. Es que ha descubierto que el hecho de que a su hija le acabe gustando el fútbol, le genera algo de miedo.
Esos acontecimientos han pasado este mismo fin de semana en un estadio con ultras tomando el control de un partido o el incidente de un aficionado visitante en el estadio de su rival. También ocurrieron en las últimas semanas con el fallecimiento de un seguidor tras un partido, o lo acontecido con cinco o seis energúmenos obligando a una familia a quitar una bandera, o hace pocos días en las calles de una ciudad tras un derby regional. Creo que cualquier persona que siga más o menos la actualidad futbolística sabe de qué hechos hablamos, pero sería muy injusto particularizar y personalizar en un puñado de ciudades o de competiciones. Han pasado toda la vida en todos los estadios con mayor o menor frecuencia. Y estos sucesos no son solo patrimonio del fútbol, ni del deporte en si. En cualquier concentración de gente por el motivo que sea puede saltar la chispa que degenere en una pelea.
En todos los casos, la violencia es deleznable. Desde luego no es solo patrimonio del fútbol. Ni es el denominador común. Pero te hace replantearte cosas, cosas que has vivido, leido, o incluso sobre las que has escrito.
Hace unos años escribí sobre mi primera experiencia en un estadio (y lo hice a raiz de otro incidente del estilo, con los ultras de un equipo arrojando bengalas sobre la afición de otro), sobre cómo mi madre recibió una pedrada en el brazo que de haberle dado en la cabeza hubiera sido gravísima cuando no mortal, y del miedo que debieron pasar ambos (mi padre y mi madre) para que mi hermana y yo disfrutáramos una jornada inolvidable.Hace unos años también lei en el maravilloso «Historias del Calcio» del maestro Enric González, cómo los últras habían logrado parar un partido a partir de un rumor que situaba a la policia como autores de un asesinato. Hace unos años mas, recuerdo una situación desagradable, cuando entraron un grupo de ultras de un equipo extranjero al vagón de metro en que viajaba, y comenzaron a cimbrearlo de lado a lado y a dar gritos.
Para mí, es obvio que el fútbol es mucho más que eso, y que me ha dado muchas más alegrías en forma de personas y situaciones que disgustos. Pero esas situaciones también son parte de la realidad del fútbol, y mi mente se niega a obviarlas. Y uno se abate un poco al pensar que parece que realmente todas esas situaciones no han cambiado en tantos años de vínculo. El fútbol en eso ha cambiado poco, por desgracia.
Pero algo ha cambiado en mi. Como me advirtió esa persona cuando dije que iba a ser padre, empiezo a tener miedo. Miedo a que a mi hija le guste el fútbol, y se exponga a vivir una situación como las escritas en este post, por amor a este deporte.
Sí, miedo a eso.