«Conversaciones en la Catedral»: Una noche inolvidable

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UNA NOCHE INOLVIDABLE. Por Juan Carlos Latxaga.

¿Te acuerdas de aquella noche que eliminamos al Sporting?. ¿Cuántas veces nos haremos esa pregunta de ahora en adelante?. En vísperas de otros momentos históricos, que sin duda llegarán, en épocas malas, que también vendrán, y en los días horribles que, cómo no, también nos tocará sufrir cuando nos entren las dudas y estemos en riesgo de perder la fe en esta maravillosa utopía. La pregunta por sí sola nos animará y nos reconfortará sin necesidad de que nos den una respuesta. La conocemos de sobra. ¿Te acuerdas de aquella noche?. Y nos vendrán a la memoria las imágenes y las sensaciones que vivimos el partido en el que eliminamos al Sporting y San Mamés estalló en el último minuto. Habrá explosiones nucleares más suaves que la que hizo temblar anoche los cimientos de la vieja catedral cuando Llorente marcó el gol que nos ponía en la final.

Recordaremos todo lo que sufrimos los ochenta y nueve minutos anteriores, cómo nos abrazamos a nuestro vecino de localidad, cómo lloramos, cómo reímos, cómo gritamos al viento un grito largo, liberador, cuando vimos el balón dentro de la portería. No sabíamos cómo había llegado hasta allí, pero allí estaba, dentro, y bien dentro. El árbitro señalando el centro del campo y los leones formando una montaña rojiblanca en el corner entre la Norte y la Este. En aquel momento no había crisis, ni paro, ni prima de riesgo, ni problemas de ningún tipo. El mundo había dejado de girar en aquel instante mágico y las imágenes sucedían como a cámara lenta. Abrazos, puños en alto, bufandas al aire. Gol, gol, goool. ¡Estamos en la final!.

Los que no tuvieron la inmensa fortuna de estar en San Mamés, también recordarán siempre aquel momento en el que el Athletic se ganó el pase a la segunda final europea de su historia. Y años más tarde recordarán con detalle dónde estaban viendo el partido, con quién lo vieron, cómo saltaron de alegría, cómo se abrazaron con un desconocido.

¿Te acuerdas cuando eliminamos al Sporting?. Y en la respuesta muda encontraremos todas las razones que nos hacen ser del Athletic desde que vimos la primera luz hasta que nos envuelva la última oscuridad. Somos del Athletic porque solo siendo del Athletic se pueden vivir noches como aquella en la que eliminamos al Sporting.

Analizar el partido desde una perspectiva futbolística es una tarea tan imposible como intentar racionalizar los sentimientos. Anoche San Mamés no fue el escenario en el que se jugó un simple partido de fútbol, sino una inmensa caldera en la que entraron en ebullición tantas emociones que acabaron desbordándola. Por mucho que Bielsa planificara el partido y explicara a cada jugador lo que tenía que hacer en cada momento y circunstancia, nunca hubiera podido explicarles cómo se puede poner freno a un corazón desbocado. Porque ese era el verdadero problema de los jugadores del Athletic anoche, contener el impulso de unos corazones de león latiendo a un ritmo frenético, al ritmo que imponía una grada que empujaba, y empujaba y empujaba, redoblando el ánimo, elevando el diapasón cada vez que intuía que el equipo se quedaba.

Intentaron los rojiblancos tomarse el partido con calma. Javi Martínez y Amorebieta tocaban atrás con paciencia, buscando la salida de Iturraspe, esperando que Herrera o Muniain bajaran a recibir para servir a las bandas. El plan era el esperado: hacerse con el balón y moverlo con calma a la espera del hueco en la muralla rival y sin arriesgar una pérdida que podía ser letal. El Sporting tampoco sorprendió. Presión adelantada para impedir que funcionara la sala de máquinas del Athletic, y velocidad para intentar sorprender a la contra. Ya había hecho lo mismo en su campo.

Todo el buen trabajo que desarrollaban los portugueses en la zona ancha, se les venía abajo cuando el Athletic superaba la primera línea de presión. Atrás, sobre todo los centrales, mostraban una flojera que invitaba al optimismo. Cada vez que los leones ligaban tres pases seguidos, lograban colocar el balón delante de la portería de Rui Patricio. Así llegó el primer gol. Un balón recuperado en el costado derecho por Herrera, centro de Munian al pecho de Llorente y dejada de éste de espaldas a la portería para que Susaeta, de cara, voleara a la red.

Después del arranque dubitativo, el gol tenía que facilitar las cosas, pero si a los del Sporting también les llaman leones, será por algo. Como en Lisboa, tomó el mando Martins, un centrocampista de gran dinamismo y apreciable técnica que supo moverse en los espacios que le dejaba el triángulo Iturraspe, Herrera, Muniain. Desde allí, empezó a catapultar a los veloces Capel y Van Wolfswinkel. No es que Iraizoz pasase apuros, pero los portugueses se mostraban amenazantes desde su dominio del centro del campo. Y es que el gol no hizo variar a Sa Pinto su planteamiento inicial. El técnico conoce muy bien al Athletic y a San Mamés y sabe de las limitaciones de su equipo. Nada de riesgos; paciencia y esperar una oportunidad. Al fin y al cabo, seguían estando a un gol de la final y la zaga del Athletic también se veía comprometida cuando algún portugués enfilaba el área en velocidad.

Llegó el empate en un rebote que cazó el goleador Van Wolfswinkel, pero, afortunadamente, tal y como ocurrió el día del Schalke, la reacción del Athletic fue inmediata y a los portugueses al alegría les duró apenas dos minutos. Otra vez Llorente puso en evidencia a los dos centrales para servir a Ibai el balón que pondría de nuevo en ventaja a los rojiblancos.

Era importante llegar al descanso minimizando el golpe del gol en contra y el Athletic agradeció el acierto de Ibai. Quedaba toda la segunda parte para marcar un tanto más y los leones hicieron méritos suficientes para lograrlo. Rui Patricio desvió lo justo un gran disparo de Susaeta y un magnífico cabezazo cruzado de Javi Martínez a la salida de un corner se encontró con el poste. Es cierto que también Insúa estrelló un saque de falta en la base del poste, pero hubiera sido demasiado que el Sporting cobrara dos goles en tres remates.

Todo el segundo tiempo fue un ejercicio agonístico por parte de Athletic, un canto al esfuerzo y al espíritu de sacrifico de todos y cada uno de los leones, incluídos los espectadores, parte actívisima del encuentro, sosteniendo y empujando al equipo con una modulación de la intensidad del ánimo que no se hubiera podido mejorar ni entrenando. Electricidad en el ambiente y derroche de sudor sobre el césped compusieron un cóctel demasiado fuerte incluso para el áspero paladar de un Sporting aguerrido y coriáceo, bien plantado en su parcela y amenazando siempre con dos flechas merodeando el círculo central.

Era imposible que el fútbol fuera tan cruel como para castigar al Athletic con un fracaso. Quien pone tanto corazón solo merece el éxito incluso en este juego a veces tan injusto. La fortuna se hizo esperar pero al fin se presentó en el momento más oportuno, en ese en el que lo que ocurre es irremediable. Faltaban dos minutos para la prórroga cuando Llorente coló un remate inverósimil entre el poste y el cuerpo del portero. San Mamés estalló y la onda expansiva levantó dos palmos del suelo a cientos de miles de rojiblancos allí donde estuvieran. A los que nos pilló en la Catedral todavía nos tiemblan las rodillas.