Diarios de Fútbol: «Guardiola y el éxito»

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GUARDIOLA Y EL ÉXITO. Por Pol Gustems.

No recuerdo quién dijo aquello de que Pep Guardiola no había inventado nada. Es una sentencia que pronunciada en tono despectivo, con intención de desprestigio, además de tener poco éxito porque busca las cosquillas de quién habitualmente no tiene picor, resulta bastante pobre. Por otro lado, si somos afines al diccionario, en realidad es correcto afirmar que las ideas del entrenador de Santpedor no fueron las primeras. La fórmula azulgrana viene de lejos. Cada vez que leo a un especialista hablando del tema tengo que retroceder cinco años e incluir un nuevo nombre en la parte superior de la hoja.

Puede que no inventara, pero desarrolló la base mejor que ningún otro. Puede que los nueves falsos ya existieran, pero no en ese contexto ni en sus alrededores. Puede que las defensas de tres hombres, la presión alta y la salida impoluta, por resumirlo en cuatro características, ya formaran parte de nuestro imaginario colectivo. Fenomenal. Ahora, a ver quién tiene la virtud de escoger estos conceptos y preparar el mejor equipo que nunca se ha visto, de fútbol exquisito, competitividad extrema, largo recorrido y presumible muerte tardía.

Pep Guardiola ha optimizado una fórmula que intentará trasladar consigo. Deja el líquido en el Camp Nou, la base, que es intransferible al menos a corto plazo, y se lleva miles de burbujas. Más que cualquier otro. Por sus capacidades y porque ha tenido el privilegio, como él siempre repite, de ser escogido. Hace cinco veranos por el Barcelona, este invierno por el Bayern de Múnich.

No esperaba la decisión alemana. Como pronosticador no valgo la pena. Le quería e intuía en Inglaterra para formar parte de la mejor liga del mundo. El mejor técnico, en el mejor escenario para el más grande de los retos. Seguramente veremos cumplida nuestra voluntad en el futuro y aquellos que han tildado la elección del Bayern como cobarde tengan a su presa en la situación de riesgo que anhelaban.

En la mochila de viaje Guardiola carga un estilo, pero también una voluntad de éxito inmediato. Analizadas con tranquilidad las opciones, a posteriori, resulta evidente que la Premier League no podía ofrecerle un banquillo que cumpliera ambos requisitos.

Hablemos del equipo al que la prensa británica apunta como el gran derrotado. ElChelsea mostró sus cartas cuando incorporó a Rafa Benítez como entrenador interino, dejando la puerta abierta a la llegada de un nuevo técnico en junio. Querían a Guardiola. Querían lo que sabe hacer Guardiola. Pero no sería el primer caso de un técnico que intenta romper el sistema de juego blue para instaurar un modelo de touch, pass, touch, pass y que fracasa estrepitosamente. Roman Abramovich no ha tenido nunca la paciencia suficiente. En la 2008/2009 a Luiz Felipe Scolari se le echó en febrero y el curso pasado André Villas-Boas fue destituido en marzo. Este mismo, Roberto Di Matteo ha caído en noviembre. Los tres entrenadores, con sus diferencias pero con una idea base similar, no aguantaron ni un año. Es posible, e incluso podríamos afirmarlo con rotundidad, que Pep Guardiola sea mejor entrenador que cualquiera de ese trío. Sin embargo, no tiene una varita mágica para inculcar a sus jugadores el aprendizaje de la base del juego de posesión. En el Barcelona todos contaban con ella y él añadió las burbujas mágicas. En el Chelsea necesitaría empezar de cero. Talar y plantar. Empezar por los fundamentos básicos. Los mismos que otros ya intentaron promover y que la plantilla rechazó.

Al margen de las caras conocidas de Txiki Begiristain y Ferran Soriano, el Manchester City ofrecía la posibilidad de moldear a un equipo sin alma, un conjunto que si le vienen buenas se pasa todo el partido en el área rival pero cuando le aprietan olvida la posesión, se muestra temeroso y no es capaz de imponer una idea colectiva. La adaptación del juego no habría sido tan traumática como en el Chelsea y existía la posibilidad de escribir una historia diferente, convirtiéndose en el referente de un club que no ha tenido muchos a lo largo de su historia y prácticamente ninguno desde que compite al primer nivel. El problema, de nuevo, es preguntarse con qué Guardiola estaba negociando el City, bien con el entrenador de un proyecto o con el entrenador ganador, el que siempre ha ganado. El City necesitaba ganar. Ya. Un salto de calidad la temporada que viene para no solamente volver a ganar la Premier League, que parece que se le escapará este curso, sino para ser competitivo en la Champions. Demasiado riesgo. Creo que Guardiola desestimó la opción porque creyó que no era su momento. Más adelante, con un City estabilizado, regular en las fases finales de todas las competiciones, sí sería una elección de éxito. Pero por ahora el Manchester City, aunque haya demostrado cierta paciencia con Roberto Mancini, aún no es elManchester United, el club que se adaptaba mejor a los deseos de Guardiola y cuyo banquillo no está aún disponible. Veremos en 2016.

El Arsenal de Arsène Wenger ha demostrado que es posible competir por los títulos con una propuesta aseada y basada en el toque. No tanto en los últimos años. El Manchester United tiene los elementos para dominar los partidos con balón, como demostró la semana pasada contra el Liverpool y lo ha hecho en tantas ocasiones. Pero ambos equipos ya tienen un entrenador en el que confían.

En este punto de la reflexión pienso que si hay un entrenador con las virtudes para cambiar a un equipo de la noche al día, si hay alguien que tenga posibilidades de éxito ante los retos más complicados, seguramente este sea Pep Guardiola. Si siguiéramos la lógica de su primera elección: Bayern de Múnich, el siguiente paso sería Manchester United, pero porqué no plantearle cosas más difíciles: devolver al Liverpool a la cima, hacer que City o Chelsea jueguen y ganen o conseguir una Champions con el Arsenal. Claro, podemos jugar con el guión de la película que nos apetezca, con la incerteza de si el protagonista conservará el aura cuando salgan los créditos o le habremos convertido en villano cuando pierda tres partidos seguidos.

No deberíamos olvidar la valentía que significó para un técnico del filial, en 2008, asumir el Barcelona que asumió y la exigencia prolongada durante cuatro temporadas. Ese era un gran reto. Guardiola paró porque necesitaba tranquilidad y su nuevo destino va acorde a esa voluntad. Una decisión razonable, una decisión naturalmente, una decisión correcta… son algunas de las expresiones más repetidas desde el miércoles. El Bayern de Múnich no es ciencia ficción. Tampoco un cuento de hadas: se le exigirán muy buenos resultados. Pero es un primer paso no dramático para probarse fuera de Barcelona. Llevarse las burbujas a un sitio donde ya ha pasado, con éxito, Louis Van Gaal. Conocer como se le trata fuera de casa. Mejor, seguramente. Probar a jugadores que no le conocen en su estilo, qué necesita para convertirlos y cómo reaccionan. Una experiencia en uno de los clubs más grandes del mundo. Unos años en Munich, el alemán, los estadios llenos, ganar con fútbol, ganar con la camiseta, ganar a veces con la mirada. Competir contra un equipo que, en el punto de partida, juega mejor que tú. Todo eso como aprendizaje. Más allá le espera la Premier League. Su deseo y el de muchos de nosotros. El mejor técnico, en el mejor escenario para el más grande de los retos.