Los equipos españoles tienen el camino despejado, con permiso de sus rivales, que ya se sabe que en esto del fútbol no hay rival pequeño, para verse las caras en la finalísima de la Champions League.
El sorteo de los cuartos de final de la Champions League deparó duelos interesantes, pero ninguno explosivo, más allá del FC Barcelona-Milan. Los cuartos se disputarán los das 27 y 28 de marzo (ida) y el 3 y 4 de abril (vuelta). Las semifinales, entre el 17 y 18 (ida) y el 24 y 25 (vuelta). Y la final, en el Allianz Arena, templo del Bayern, el sábado 19 de mayo. Olympique Marsella- Bayern Munich: Apoel-Real Madrid: Benfica- Chelsea: Milan-FC Barcelona: Twitter: @NUMBER1Sport
El equipo francés, el único galo en tener una Champions (1993), ha perdido caché porque el PSG tiene la chequera más grande y a los jugadores más sugerentes. Pero no le falta oficio y tampoco futbolistas de puntería afinada, como los Ayew (André y Jordan), además de Gignac, Remy y Valbuena. Físico en el centro del campo, en la defensa hace aguas. Lo mismo que el Bayern, bien potente en el apartado ofensivo, con el remate oportuno de Mario Gómez, con la explosividad recuperada de Robben, con el oportunismo de Müller, con el regate de Ribèry… Pero los centrales son lentos y torpes en la raíz, y el portero, Neuer, ha perdido la fe que profesaba el curso anterior en el Schalke. Duelo de ataques, partidos abiertos, fútbol atractivo.
Sin lugar a dudas es la eliminatoria más desigualada, sobre todo porque todo el mundo daba por descontada la eliminación del equipo chipriota desde que se presentara en la fase previa de la Champions. Pero, a base de fútbol defensivo, solidario y al contragolpe, ha superado todos los escollos. El último: el Olympique de Lyon. Ahora toca el todopoderoso Madrid. Un rival estratosférico que no debe ni sudar para eliminarlo. Esteban Solari se pelea en el frente de ataque y Charalambides ofrece el regate y elsprint. Pero poco más.
El Benfica es un equipo de jugadores más que de juego, sobre todo porque depende de individualidades, protagonizadas por los extremos, como Nolito, por el media punta Aimar y por la definición de Rodrigo, Saviola y, sobre todo, Cardozo. El Chelsea, sin embargo y con Di Matteo, ha recuperado su esencia, su fútbol. Más que nada porque vuelven a jugar los líderes del vestuario –en el ostracismo con Villas-Boas-, porque Lampard dirige el cotarro, Drogba caza los balones en el área rival y Terry rompe y rasga. Equipo minusvalorado al que la historia —cuando el propio Terry se resbaló en el lanzamiento del penalti decisivo frente al United en 2008— le debe una.
El equipo italiano posee una pegada mortífera, con Zlatan Ibrahimovic en el mejor momento de su carrera, irradiante de confianza, con el talento a borbotones, bien escudado por Robinho, a falta de una explosión que nunca llega de Pato. La defensa, comandada por Thiago Silva, es la única línea que ofrece alguna duda, pero se resuelve con la eficacia de la segunda línea, estupenda en las llegadas desde atrás, con Boateng y la explosión reciente de Nocerino, además de Emanuelson. El Barça ya no se enfrenta a un equipo de arrugas, sino a uno de lo más competitivo, capaz de meterle cuatro al Arsenal en casa y de no decir ni pío a domicilio, más allá de pedir la hora tras encajar tres goles.