Alejandro Valverde cruza la línea de meta, no levanta los dos brazos sino que alza sólo uno, para asegurar la victoria y comenzar entonces a buscar a su equipo para entre lágrimas, celebrarlo.
No era un día cualquiera, de hecho, no todos los días se gana un campeonato del mundo, aunque eso sí, es más fácil cuando uno ha hecho tanto por el mundo del ciclismo como Alejandro Valverde, que no dudó en romper a llorar emocionado cuando consigue abrazar a su masajista y compartir en ese cálido abrazo tantas emociones, tantos kilómetros, tantas horas y horas de entrenamiento, de sufrimiento, de risas… y también de lágrimas.
El premio a la clase, la de este murciano ganador donde los haya, un señor del ciclismo, un ejemplo a seguir, un número 1. Todo ello a sus 38 años y tras disputar doce Mundiales, y subir la mitad de las veces, seis, al podio.Pero nunca lo hizo a lo más alto del cajón, ese lugar privilegiado y reservado sólo para los más grandes, aquellos que escriben con su puño y letra la leyenda del deporte.
Y lo ha logrado en Innsbruck, con 38 años y en su Mundial más duro, curiosamente en el que ha logrado subir como campeón, a diferencia de anteriores ocasiones donde pese a estar cerca nunca lo consiguió. Por ello a nadie le extrañaba cuando entre lágrimas y la euforia repetía una y otra vez «no me locero, no me lo creo»…
Y con más calma relataba “Me encontraba bien en el momento clave, y solo habíamos quedado tres delante. Y pensaba, ‘este puede ser mío’, y al mismo tiempo quería olvidar que lo pensaba”. La Bala conseguía un sueño, un sueño que ya es real, para España, pero sobre todo para él, un hombre que con sacrificio y mucha ilusión, pone broche de oro a una carrera ya de por sí brillante.
Alejandro Valverde es el ciclista español con más victorias, 122, pero quería el Mundial, su Mundial. Por ello, no olvidó el último consejo de Mínguez antes de ir por el reto del Mundial. “Corre cuando tengas que correr, no corras antes”. Y así lo hizo, hasta coronarse en lo más alto.
Texto: JOSÉ MIGUEL MUÑOZ @tara11iker
Foto: La Vanguardia
