Reyes: El genio que siempre tuvo prisa

Escrito por José Miguel Muñoz. Creado en Más Fútbol, Nuestros números 1, Sevilla FC

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Hablar de José Antonio Reyes es hacerlo de un genio, uno de esos futbolistas que desde niño te enseñan que son distintos, nacidos para acariciar la gloria y que esta le reclame pronto…

Se llama José Antonio Reyes, y sí, no me equivoco, he dicho se llama porque Reyes sigue vivo. Un año después de su triste adiós en una carretera cerca de su Utrera del alma, el niño prodigio sigue latiendo con fuerza. Lo hace en el recuerdo y añoranza de los que tuvimos la fortuna de conocerle, de charlar con él, pero no con el futbolista idolatrado, sino con ese niño encerrado en el cuerpo del ídolo, con la persona, ese niño alocado y bromista, ese hijo que fue cabeza de familia, ese ídolo del sevillismo, que nunca olvidará al futbolista con más clase que visitó su camiseta y que con orgullo lució su escudo en el pecho, muy cerca de ese corazón que hoy sigue latiendo con fuerza.

Porque se fue la persona, el padre, el hijo, el hermano, futbolista, marido, amigo, sevillista… pero perdura la leyenda, esa leyenda que al igual que Antonio Puerta, Berruezo, y otros tantos, hacen un equipo de Gala en ese once celestial donde ya juegan con los Arza, Campanal y compañía entrenados por el Sabio de Hortaleza, ese Luis Aragones que tanto quería al gitano con más arte que acarició un balón. Un futbolista con una calidad al alcance tan sólo de los elegidos que no tuvo más gloria internacional porque así lo eligió el propio José Antonio, su mejor amigo, y a la vez, su peor enemigo, así era Reyes y esa cabeza suya.

Siendo un niño ya llamaba la atención de los que lo veían jugar. Con su larga melena negra tizón, con esa forma suya de dejar el balón pegado a su pie como otros genios: Maradona, Cruyff… Desenfadado dentro y fuera del terreno de juego recuerdo cuando mi jefe en el diario Marca me dijo: José Miguel ve a Sevilla para hacerle un reportaje a la última perla de la cantera del Sevilla. Y así lo hice. Mi amigo Cristóbal Soria, que por aquel entonces ya lo había fichado para la firma deportiva Kelme, de la que era delegado en Andalucía, fue clave en la gestión.

José Antonio y su familia me atendieron en su casa, como si me conocieran de toda la vida: sencillos, amables: Los padres, conscientes de lo que tenían en casa, casi tanto como yo, que tras haberlo visto jugar dos días antes en uno de los campos de la ciudad deportiva quedé enamorado para siempre de ese fútbol suyo cargado de elegancia y ese toque personal marca de la casa. Me llamó la atención cómo disfrutaba con cada cosa que hacía. Le gustaba jugar, tanto como hacer reír y bromear. Con cierta timidez al principio y jovialmente extrovertido una vez que te había analizado para sus adentros.

Los años pasaron, fuimos haciéndonos mayor y recordando charlas y risas, anécdotas y especialmente aquella noche que se hizo interminable y que siempre recordaré con nuestro amigo Antonio Fernández y Kiko, cantante de los Caños: Jerez, Cádiz y Utrera, arte por doquier. No paramos de reír de principio a fin y hasta nos atrevimos a cantar a camela, recuerdos que aunque ya al vivirlos fueron especiales ahora toman un sentimentalismo más profundo con tu inesperada marcha.

Para los que te conocimos algo más, siempre serás José Antonio, el Niño, el de la sonrisa eterna. Para los que te vieron jugar, Reyes, el ídolo, el genio, querido e idolatrado por unos, criticado por otros (seguramente aquellos a los que con tu magia derrotaste). Tu cabeza te jugó alguna mala pasada pero casi siempre sabías salir con soltura de todas las situaciones, porque sin algo no tenías era maldad. Noble como pocos, generoso, aniñado y siempre con prisas.

Como cuando con apenas 16 años se convirtió en el futbolista más joven en debutar en LaLiga de la mano de Marcos Alonso y con el Zaragoza y la Romareda como testigos de excepción, aquel 30 de enero del 2000 tras sustituir a Nando y con el 34 a la espalda. También hubo prisas para ser el primer sevillista en marcar un gol, un 16 de septiembre de 2001 ya con Caparrós en el banquillo. Prisas para debutar, prisas para marcar, prisas para triunfar, en LaLiga, la Premier, la selección… y prisas para marcharse, con aquel trágico accidente que tiñó para siempre el primer día de junio de 2019.

Decía el mítico actor James Dean «Sueña como si fueras a vivir para siempre, vive como si fueras a morir mañana».  Y eso hiciste tú, marchándote con apenas 35 años como las Leyendas, joven, para que en el recuerdo no quede el paso del tiempo y permanezca intacta esa sonrisa de niño encerrado en el cuerpo de un hombre, de ese hijo que tanta luz dio a sus padres y de ese padre que siempre será referente para sus hijos, esos hijos que sin duda tienen su mayor legado: tu sonrisa y esas dos grandes mujeres que tuviste la fortuna de conocer para traerlos al mundo.

Porque Anna y Noelia han sido sin duda, el último regalo que José Antonio Reyes nos dejó, unidas en el dolor como ex mujer y mujer de Reyes, madres de sus hijos: José Antonio, fruto con su relación con Anna, y Noelia y Triana, con Noelia. Ambas mantienen vivo su recuerdo, manteniendo unidos a sus hijos y ese contacto familiar, que pese a las duras circunstancias, es siempre el mejor para que sus hijos, crezcan felices. Gran ejemplo de dos mujeres ejemplares.

Ha pasado un año desde ese triste 1 de junio, un año sin el ídolo, sin el genio, sin ese padre orgulloso que ahora desde su palco vip en el Cielo, ve como su figura sigue deslumbrando, en otro cuerpo pero con su mismo nombre y apellido, creciendo como hizo él, poco a poco, José Antonio Reyes López, es el nombre de una figura emergente que dará muchísimo que hablar porque lo tiene todo para triunfar: la calidad, el arte, la magia, el gol, pegada, hembra de éxito, todos ellos heredados de su padre, pero con un plus que le faltó a su padre: la cabeza.

Esa cabeza que le aporta su círculo materno, con su madre, Anna, como centro estelar, y aportándole algo tan importante como el equilibrio, la templanza, la calma ante el éxito, la humildad y la sencillez para llevar eso que siempre le va a acompañar en su vida, ser el hijo de Reyes pero sin ir de hijo de Reyes, como su madre y sus abuelos maternos siempre le han enseñado. Los pies en el suelo, sin duda la mejor forma de volar alto, algo que Anna López sabe perfectamente, que con su constancia y su duro trabajo pasó de ser azafata de vuelo a convertirse en piloto para llevar como siempre, los mandos de su vida. El camino no fue fácil pero así lo eligió ella, con la discreción por bandera, y así ha crecido su hijo.

Se fue el futbolista pero permanece la Leyenda, y ese hijo que tiene todo para ser mejor que su padre. Cabeza siempre José Antonio, cabeza…

Por: JOSÉ MIGUEL MUÑOZ @tara11iker

Foto: Instagram Reyes López y QUICO PÉREZ VENTANA @perezventana