Una empresa privada nace con el único objetivo de hacer dinero. No hay otra, eso es así, las organizaciones sin ánimo de lucro no están dentro del término “empresa”, aunque sus actividades cotidianas sean muy parecidas.
La distinción es muy importante y supone una considerable diferencia de comportamiento entre ambas. Eso sí, por mucho que una empresa busque hacer dinero, ¿es asumible que lo haga a cualquier precio?
Yo creo que no. Una empresa que se precie, por mucho que busque beneficio, debe tener lo que se llama “política empresarial”, que puede ser algo así como los límites, las líneas rojas que no se deben traspasar. Pongo un ejemplo exagerado: por mucho que el objetivo sea hacer dinero, no se puede conseguir robando. El robo no está permitido. Claro, el robo es ilegal, pero hay otros medios legales, pero fraudulentos, que pueden generar grandes beneficios. Una empresa seria nunca aceptará medios fraudulentos. Hay reglas que cumplir, aunque sean tácitas. Es lo que se conoce entre profesionales como “deontología”. Algo así como “reglas no escritas”. Cumplir con estas reglas, empeñarse en no traspasar líneas rojas, es lo que da dignidad a la empresa. Dignidad y prestigio.
Esto es aplicable a cualquier colectivo, organización, estamento, institución, incluso reunión de amigos. Y en el deporte, también. Eso de echar el balón fuera cuando sabes que un rival se ha hecho daño y está en el suelo es un buen ejemplo. Es indigno no echarlo fuera, igual que lo es aprovecharse de la dignidad del otro fingiendo una lesión. Es indigno dejarse encajar un gol o que te metan más canastas en baloncesto hasta perder un partido sólo porque esa derrota (o ese gol encajado) puede generar un beneficio futuro. En el deporte se busca ganar. En la empresa se busca obtener beneficio. Pero, ¿a cualquier precio? ¿Quién vendería su dignidad por ese beneficio futuro en el deporte, por esa ganancia extra en el mundo empresarial?
Allá cada cual. Pero yo estoy convencido de que la vida acaba poniendo a cada uno en el lugar que merece. Esa vida que está llena de altibajos, de vaivenes. Hoy estás arriba, mañana estás abajo y pasado quién lo sabe. Sin embargo, una persona digna (o empresa, o institución o equipo de fútbol) mantiene más o menos una línea de comportamiento, unas formas…, unos límites que no se traspasan. Una persona digna es una persona respetable porque el respeto lo da la dignidad. Se puede ser muy rico y no tener el respeto de nadie, y también ser muy pobre, pero que te admiren en todas partes. Insisto, allá cada cual. Cada uno sabe mejor que nadie qué es lo que más le conviene.
Últimamente hay tormenta en el sevillismo. Y la misma viene por varios frentes. La división en la afición es evidente. Y cada vez mayor. Parece que todos tenemos que estar posicionados en un lado, en un bando, en una facción. Cualquier cosa que digas o hagas será interpretada por cada parte para colocarte a un lado u a otro, lo cual es absurdo. Yo estoy del lado de los sevillistas, aunque eso parece una utopía en estos tiempos que corren. Por tanto, trataré de actualizar mi posición para que sea más acorde con lo que manda el hoy en día.
Yo estoy del lado de la dignidad, me da igual de quien provenga la misma. Yo sí creo en líneas rojas, en límites. Son los que marcan el respeto por los demás, la comprensión de que la opinión del otro es igual de respetable que la tuya, por muy diferente que pueda llegar a ser. No creo en la violencia, no creo en el insulto, ni siquiera en el menosprecio. Y mucho menos en quien ha sido agredido (aunque sea verbalmente), insultado y menospreciado y que luego se vende por el beneficio futuro. Por mucho que una empresa privada tenga como objetivo dicho beneficio.
Quien tenga oídos, que oiga. La dignidad está por encima de todo. Hay límites, hay reglas, aunque sean no escritas. Debe de haber respeto. No hablo de nadie, pero hablo de todos. Allá cada cual. Como dice el dicho, por sus hechos los conoceréis.
