Es evidente que la irregular marcha del equipo, no en este inicio de temporada, sino en los últimos años, es una razón de peso para que la afluencia de aficionados al Ramón Sánchez Pizjuán sea de las más bajas que se recuerda en mucho tiempo. Y también el ambiente enrarecido que se crea, motivado por el conflicto con Biris Norte. Sin embargo, pienso que quedarse ahí es un error, es demasiado simplista.
En un escenario de crisis generalizada, cuando el problema de las gradas vacías no es exclusivo del Sevilla, sino de todo el fútbol español, creo que es imprescindible añadir el factor económico a este análisis. Se dice que en España se producen quinientos desahucios diarios. La cifra de personas inscritas en el INEM roza los cinco millones. La de personas en edad de trabajar que no trabaja, los seis. Y la de gente que vive angustiada porque no sabe qué va a ser de ellos, si van a mantener su empleo o no, supongo que se multiplicará por mucho a pesar de que no haya estadísticas concretas. En estas circunstancias, ¿quién no se plantea restringir los gastos todo lo que pueda, aunque sea por si acaso? Y restringiendo gastos, ¿es el fútbol algo imprescindible en una economía familiar? Es evidente que no. Por otro lado, en este mismo periódico se ha publicado estos días un estudio que revela que el Sevilla es el club peor tratado de la Liga Española en lo que a horarios se refiere, siendo el equipo que más veces ha jugado en viernes y lunes y el único de toda la competición que no lo ha hecho en horario de tarde. Para colmo, dichos horarios no se saben cuando uno se saca el carnet, con lo que el abonado potencial corre el peligro de gastarse un dinero que igual no tiene para algo que no va a poder disfrutar. Porque ya me contarán si no habrá personas que no estén en disposición de llegar a casa a la una de la mañana en día laborable, o en la previa de uno de ellos. Por no hablar de los niños, de los hijos de esas personas. El que escribe es uno de ellos y el hijo del que escribe, otro más.