La buena estrella

Escrito por Number 1 Sport. Creado en El Lector opina

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LA BUENA ESTRELLA. Por Fermín Hevia.

Aparte de ser el título de una grandísima película del fallecido Ricardo Franco (recomiendo encarecidamente su visionado porque demuestra que el cine español es algo más que Almodóvar, películas de la postguerra y manierismo novecentista), la buena estrella se puede traducir a un román paladino más básico como «buena suerte».
La suerte es una excusa perfecta; absolutamente todos la hemos usado, generalmente para justificar un fracaso o un error, algo que ha salido mal o simplemente porque, igual que siempre es bueno que haya niños para echarles la culpa, siempre se puede recurrir a la mala suerte para ocultar la acción u omisión que nos ha llevado a no cumplir con las expectativas.

El que hasta el lunes por la mañana fue el entrenador del Sevilla Fútbol Club, era un experto en apelar a la suerte. Después de cada fracaso deportivo, la pelota no había querido entrar, no se había finalizado la jugada correctamente o no se había defendido bien esa jugada que había costado el gol charlotesco de turno. «Hemos tenido mala suerte» repetía sin cesar, al igual que decía que esta vez sí, que te lo juro por lo más sagrado, tenía la solución que llevaría al equipo a remontar el vuelo. Que nadie le preguntase cuál era esa solución mágica, porque él, como buen profesional, no te lo iba a decir.
Marcelino García Toral sería un mirlo blanco para cualquier experto en programación neurolingüística. Alguien que no ha sabido responsabilizarse de sí mismo, de sus actuaciones, de sus clarísimas deficiencias como entrenador (al menos en el Sevilla Fútbol Club) y de su nula capacidad para la gestión de un vestuario que se le ha quedado muy grande, que se lo ha comido por los pies y en el que, demasiado pronto, perdió su credibilidad por la inconsistencia entre su discurso y lo que después llevaba a cabo con el equipo.
La culpa no era suya, era que teníamos mala suerte. Incluso ayer, en su despedida, entre ese plañir a medio moco (a la sala de prensa del Ramón Sánchez Pizjuán se viene llorado de casa), volvió a culpar a la diosa fortuna de su anodino y malfollado paso por el Sevilla Fútbol Club. La suerte no hizo las alineaciones esperpénticas que nos costaron la no clasificación para la Europa League, ni siquiera la que el otro día le dio la puntilla contra el Villarreal, no denostó a Campaña, a Salva y Luis Alberto, ni se empeñó en darle protagonismo a Armenteros o condenar al ostracismo a Luna durante el 90% de lo que se lleva de temporada. La suerte no le hizo cambiar una y otra vez de sistema, igual que no le hizo empatar en el Nou Camp o ganarle al Valencia con 2 menos. Una buena persona, un mal entrenador.

Meridianamente opuesto el discurso de Míchel. No me malinterpreten, hasta que no demuestre lo contrario, Míchel es un vendecolchas más, con labia y tablas manejando ruedas de prensa y vis a vis con periodistas, pero no ha hecho nada como entrenador en el fútbol. No obstante, hubo un hilo de esperanza: su coherencia. Habla creyéndose lo que dice y una idea transmitida con convicción, aún siendo errónea, puede ser asimilada y llevada a la práctica. Dejó frases para la posteridad «dime qué centro del campo tienes y te diré qué equipo eres» y da realmente la impresión de que es una persona que habla de frente. Lo ha sido todo como jugador y tiene una economía perfectamente saneada. No está aquí por dinero, eso sí me lo creo, y sí con una ambición desmedida para llegar a cumplir su gran sueño: entrenar al Real Madrid.
Además, al contrario que Marcelino, Míchel automáticamente sacó el factor suerte de su ecuación cuando fue preguntada por ella. No es tonto, sabe que la probabilidad es una variable fundamental en este juego, pero parece tener un concepto mucho más chino, de riesgo pero también de oportunidad. La suerte es para el que la busca, para el que está ahí pendiente de agarrarla, es el que se esfuerza más y cree más en conseguir algo, del que seguramente digan «tuvo suerte». El otro, el que se agazapa, el mediocre, el medroso, el que no lucha es el que dirá «tuve mala suerte».
Me da la impresión de que Míchel, ganador nato eso es indiscutible, está en el primer grupo. Y me da la impresión de que si consigue transmitir esa idea a un grupo de buenos futbolistas, los respeta y va de frente con ellos, conseguirá mejorar lo que había.

Míchel puede ser un vendecolchas o un gran entrenador. Yo no lo sé todavía. Pero sé que iré a muerte con su equipo, porque es el mío y que los éxitos de Míchel serán los nuestros. Me da igual su pasado, porque aquí hemos tenido entrenadores mediocres y con pasado bético que nos han llevado a la gloria y entrenadores campeones del mundo que se han vulgarizado. Yo, hasta que me demuestre lo contrario, creo en Míchel, en su ambición y en su capacidad y todos deberíamos hacer lo mismo porque son Míchel y los 25 componentes de la primera plantilla los que harán que cada domingo vibremos o lloremos con nuestro Sevilla Fútbol Club. Ya tendremos tiempo para otras guerras, para desterrar sanguijuelas; por el momento YO CREO.

Twitter: @Ninjalepero