Blog: «UN SEVILLISTA CUALQUIERA»

Escrito por Number 1 Sport. Creado en Los Blogs opinan

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MEDIOCRIDAD. Por Ravesen.

No es mi intención hoy entrar en el manido debate de si lo que importa en el fútbol es ganar como sea, o si es necesario hacerlo a la vez que se lleva a cabo un juego al menos aceptable. Es evidente que en este mundillo mandan los resultados. Sin embargo, cuando mi equipo gana jugando mal, a mí se me queda una sensación de alegría preocupada. Me alegro por la victoria, pero me preocupo porque con ese mal juego pocos triunfos más se van a conseguir (previsiblemente). Aparte de ir contra la naturaleza propia de lo que es nuestro club, de nuestra cultura histórica, de lo que le gusta a la mayor parte de la afición. Por otro lado, cuando el equipo pierde jugando bien, lo que me queda es una decepción ilusionada. Por el mismo motivo. Me decepciona la derrota, pero me aferro a la idea de que, con ese buen juego, los resultados llegarán seguro (o casi).

La derrota contra el Levante se enmarca (para mis sensaciones) en este segundo supuesto. No es que el Sevilla jugara de ensueño, pero sí que es cierto (al menos para mí) que se está empezando a ver otra cosa en las tres últimas jornadas. Si el equipo sigue en la línea que se le está viendo últimamente, pocas veces nos ocurrirá lo que en el Ciudad de Valencia.

Esa es mi opinión, aunque por ahí se puede leer y escuchar de todo. Desde los que lo ven todo mal, hasta los que aprovechan la circunstancia para cargar contra los que defienden el buen juego como medio para conseguir los buenos resultados. Es de lo más triste comprobar cómo hay gente absolutamente enrocada en según qué posiciones y que aprovechan la más mínima para lanzar sus dardos contra los que piensan de un modo distinto. Los mismos que se quejan de tal cosa cuando el sentido de dichos dardos en justo el contrario. Y ahí siguen, y siguen, y siguen, entretenidos ellos en tan absurdas cuitas y aburriendo sobremanera a todos los demás, yo incluido.

También los hay que lo perdonan todo, inventándose mil argumentos para hacer ver que las cosas van de maravilla, o al menos acercándose a ella, aunque la mayoría destaca la preocupante mediocridad en la que parece que se va instalando de nuevo el Sevilla, una vez pasado ese ciclo en el que tantísimos éxitos se cosecharon. Y es aquí donde yo me quería parar. Lo de la mediocridad es cierto, yo lo veo así, pero para entender lo que voy a decir es necesario mirar el siguiente gráfico. O volverlo a hacer, que todos conocemos su contenido de sobra.

Como todos sabemos, este es el modo en el que se reparten los dineros de la televisión en la liga española. Los dos grandes se llevan la inmensa mayoría del pastel, mientras que los demás nos repartimos las migajas de una manera bastante uniforme. Los hay que dicen que nuestra competición es la mejor del mundo. Una buena competición es aquella en la que existe igualdad. Y sin duda en la liga española la hay. Lo que pasa es que la bondad de un campeonato debería residir en que hay muchos equipos muy fuertes y muy igualados en ese nivel de fortaleza. Pero lo que ocurre en España no es eso. Lo que ocurre en España es que, efectivamente, cada vez hay más igualdad, pero porque los equipos cada vez son más malos. Ahí está el gráfico. Todos iguales en ingresos, todos cada vez más iguales en poderío. Como digo, todos cada vez más malos. Todos, salvo, claro está, los dos grandes.

Es cierto que los dos equipos más en forma de la Champions son españoles, pero son los dos grandes. Ninguno más. Es verdad que la mayoría de los candidatos al Balón de Oro juegan en nuestra liga, pero sólo en los dos grandes, no en ningún otro equipo. Es verdad que el fútbol español es admirado y envidiado en todo el planeta, que somos campeones de Europa, que somos campeones del mundo, pero todo está basado en los dos grandes. Los demás apenas tienen peso ni repercusión.

Por tanto, la liga española se ha instalado en una mediocridad alarmante. Y con ella el Sevilla FC. Esto no es una defensa de la gestión de los dirigentes. Esto no es una justificación de las actuaciones del equipo. No trato aquí de decir que todo va muy bien, que todo se ha hecho estupendamente y que los errores no los han sido tanto. Sólo trato de entender el entorno en el que nos movemos. De analizar la situación de un modo frío.

No cabe duda de que la dirección deportiva del Sevilla se ha equivocado al no traer a otro delantero. Tampoco me la cabe de que Marcelino se ha empeñado en jugar de una forma y que hace poco que ha cambiado de criterio. Resultado: el equipo no sabe a lo que juega…, aún. Y ya llevamos 15 partidos. También es evidente que hay jugadores que están bajo mínimos, a pesar de que el entrenador les sigue poniendo. Afortunadamente hay otros, como Rakitic o Coke, que se van entonando, pero lo uno lo quita a lo otro. Es evidente que el Sevilla debería de llevar más puntos, que hemos desperdiciado buenas oportunidades para haber estado más arriba (este fin de semana en Valencia, la última), que nos hemos pasado partidos y partidos perdidos en el campo, sin criterio, sin oficio ni beneficio, sin enterarnos de lo iba la película. Es indiscutible que un buen número de los puntos que tenemos se han obtenido gracias a las providenciales actuaciones de Javi Varas, y también que la delantera no está fina, que por Luis Fabiano no ha venido nadie y que eso se nota (y mucho) en la cifra de goles que llevamos (y, por ende, en el número de puntos a los que hacía referencia antes)

Y aún así, vamos quintos. ¿Cómo es posible?

Pues porque en el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey. Porque el nivel de la liga española ha descendido de un modo drástico. Porque, dentro de lo malo, no somos de los peores. Porque, igual que decimos lo uno, es justo decir también lo otro. Porque este Sevilla, con todos sus fallos, errores y desaciertos, es mejor que otros muchos. Está mejor gestionado que otros muchos. Su nivel de mediocridad es inferior al de la mayoría de sus rivales. Me gustaría decir que su nivel de excelencia es superior al del resto, pero la excelencia en el fútbol español (salvando a los grandes y a la selección – basada esta en los grandes -) hace tiempo que dejó paso a esta mediocridad tan lamentable.

El Sevilla es mediocre, pero menos que los demás.

Y es que hemos visto cómo un equipo como el Athletic se desmelenó en el Sánchez Pizjuán hasta el punto de ganarnos con la gorra, para perder en la siguiente jornada en casa contra el Granada. Hemos visto al Atlético de Madrid gastarse 40 millones de euros en un delantero para luego seguir como siempre en los últimos lustros, es decir, perdido en la mitad de la tabla, en tierra de nadie. Hemos visto a un Valencia incapaz de marcar distancia con los muy mediocres de sus rivales directos, perdiendo en Sevilla contra un rival con nueve jugadores, o cayendo derrotado contra un recién ascendido al que ganaba en el minuto 89. Estamos viendo a un Málaga que se ha gastado una millonada indecente para llevar lo que va de temporada mirándonos atentamente el culo todo el tiempo.

Y eso por no hablar del Villarreal, igualado a puntos con el primero que ocupa plaza de descenso.

En estos últimos años, los que han seguido a aquella cascada de títulos, muchos sevillistas, entre los que me incluyo, hemos vivido clamando a Dios por que no volviéramos nunca más a aquella mediocridad que nos consumió en los sesenta, setenta, ochenta y noventa. Que aprovecháramos el tirón para asentar al equipo uno escalón más arriba y que pudiéramos seguir viendo, si no un título tras otro (algo imposible, siendo realistas), sí a un Sevilla grande, potente y respetado.

Para estos sevillistas es muy triste comprobar que, por desgracia, el Sevilla está volviendo a esa medianía, a esa mediocridad. Lo que pasa es que es una mediocridad diferente. Hace quince años había dos equipos super grandes, tres o cuatro potentes, y luego los mediocres. El Sevilla logró dar el salto de los mediocres a los potentes, y ahora ha vuelto a decaer. Pero ha decaído a la vez que todos los demás.

Lo que quiero decir es que los dos grandes siguen existiendo, pero el grupo de potentes se está esfumando. Ya somos todos mediocres. Todos. Unos más que otros, pero todos. Y el Sevilla es de los que menos. Mediocre, pero menos. No es que seamos mejores que los demás, es que somos menos malos.

Por eso seguimos quintos. Por eso le llevamos 5 puntos a Athletic y Atlético. Que parece mentira, pero es que les llevamos 5 puntos. Y por eso el Valencia es incapaz de abrir un hueco importante. Porque también son mediocres. Muy mediocres. Y ahí radica nuestra oportunidad, ahí están nuestras esperanzas. No en nuestro buen hacer, sino en la mediocridad del resto.

¡Qué pena de liga española!