Europa logró remontar un 10-6 en contra y terminó ganando por 14,5-13,5. Con esta victoria el equipo de Olazabal retiene el Trofeo en EE.UU
Emocionante a más no poder: «Esto es para ti», dijo llorando José María Olazábal en alusión a Seve Ballesteros, sobre el mismo hoyo 18 y en directo a las cámaras de televisión. Olazábal, segundo capitán español tras Seve (1997), dirigió también a la victoria al conjunto europeo tras una remontada histórica. Es la primera vez que Europa remonta 4 puntos de desventaja para un domingo de Ryder Cup, y segunda ocasión tras la que protagonizó el conjunto estadounidense en la Ryder de 1999 en Brookline. Olazábal perdió allí, entonces como jugador, esa Ryder Cup en el hoyo 18. Trece años después, el golfista español devolvió la moneda. Europa ganó 8 de los 12 encuentros cara a cara, y el italiano Francesco Molinari selló un empate con Tiger Woods para cerrar el resultado, curiosamente el único después de tres jornadas y 28 partidos. El triunfo europeo fue la victoria de la fe. «Yes, we can» (sí, podemos), fue otro de los lemas que se extendieron como la pólvora por la sala de jugadores europeos la víspera de lo que se convirtió en una tragedia para los de casa. Europa encontró también la fuerza extra en la imagen y el recuerdo de Seve. Esa fuerza se escenificó con la vestimenta para la batalla final, de color blanco, y pantalones azul marino como Seve acostumbraba a vestir en sus domingos de gloria, y en la silueta bordada de un Seve triunfante y el lema «Seve Ballesteros, 1957-2011» en la manga izquierda de la camiseta. Todo estaba preparado para la reacción, y todo salió perfecto, como lo había diseñado Olazábal la noche del sábado colocando a su artillería en primera línea de fuego. El vasco puso toda la carne en el asador sacando de inicio a Poulter, que estuvo sensacional. El inglés derrotó a Webb Simpson por 2 arriba y completó las dos primeras victorias para Europa tras el punto de Luke Donald, que hizo hincar la rodilla al mismísimo Bubba Watson. Con el 10-8 en el marcador la jornada tomaba un cariz bien distinto, sobre todo porque la trayectoria de los europeos era más que ascendente. Vestidos de azul marino y blanco –los colores que inspiraron al gran Severiano Ballesteros– Europa comenzaba a creer en la remontada, aunque seguía siendo una montaña muy difícil de escalar.