Joaquín Sánchez, el torero que se ‘disfrazó’ de futbolista

Escrito por José Miguel Muñoz. Creado en Nuestros números 1, Number1 opina

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Desde pequeño sintió el mundo del toro de lleno, primero como espectador en televisión o en la plaza y posteriormente por su amistad con algunas de algunas de las figuras a las que le encantaría emular en una plaza de toros. Joaquín Sánchez: El niño que quiso ser torero y terminó futbolista.

Criado en una tierra taurina por los cuatro costados, como es ese rincón mágico de la costa gaditana llamado El Puerto de Santa María. Una afición que desde chico vivió en su casa, por la pequeña pantalla, y posteriormente en la plaza como espectador y amigo de algunos de los primeros espadas con los que le une una estrecha amistad. El niño se fue haciendo grande, y cambió poco a poco la muleta y el estoque, por un balón y unas botas de fútbol.

El toreo se hacía futbolista, pero el cambio de atuendo no le privó de ese ‘pellizco’ torero que guardaba en su interior. Amante del buen torero, enamorado de Curro Romero, al que conoció en 2002, gracias a un servidor, y la generosidad del Maestro de Camas y su esposa Carmen Tello, que generosamente hizo de madrina de ceremonias. En aquel entrañable reportaje entre dos grandes como Curro y Joaquín, el verdiblanco no paró de preguntar al diestro de Camas para saciar así sus inquietudes taurinas.

No fue la única vez que desveló su pasión por el mundo del toro. «Desde pequeño siempre me he sentido torero; sin duda me cambiaría por un novillero sin dudarlo» reconocía en el programa de Canal Sur ‘El Toreo’ hace unos años. Y fue más allá: «En mi otra vida seré toreo seguro». Y no descarta en el futuro torear un Festival taurino. «Sería mi ilusión torear festivales cuando me retire.  Ser torero es algo muy duro, pero me gustaría quitarme algún día esa espinita y torear».

Por eso a nadie le sorprende ver a Joaquín en el terreno de juego, crear su pierna para ejecutar una falta como si de una cuidada media verónica se tratara, regatear como si de la muleta se tratara, o rematar de cabeza como si tocara la suerte de entrar a matar con el estoque jugándose la vida o lo que sea necesario por su Betis, por ese Real Betis Balompié donde regresaba el pasado año haciendo lo que otros nunca llegarían ni a plantearse en una sociedad marcada por el interés: perder dinero por volver.

Eduardo Espejo, agente y el otro yo de Joaquín, no salía de su asombro con la respuesta del portuense cuando en la etapa en tierras italianas de Joaquín valoraban las opciones que tenía en el mercado para abandonar la Fiorentina: Estados Unidos, Qatar, Alemania, Inglaterra, China… ofertas a cada cuál más suculentas y potentes económicamente.

Pero fue salir la opción del Betis y todo cambió. «No hables con nadie más Eduardo, quiero volver al Betis». Cuando su agente le explicaba los detalles y que con diferencia era económicamente la oferta más baja de todas y con mayor riesgo, por ser la de menos duración de contrato, Joaquín no lo dudó. «No importa». Desde lo más profundo de su corazón salió a pasear ese sentimiento llamado Real Betis Balompié, hasta el punto que desde ese instante no se habló de ningún otro equipo.

Joaquín demostraba esa casta torera, ese duende sólo al alcance de los genios como él para saber que ese era su toro, y el Benito Villamarín la plaza sus sueños; sueño que se hizo realidad, aunque casi sobre la bocina, que fue cuando llegó la documentación a la Liga para que sus deseos fueran un hecho palpable. Su primer año, el del regreso a su equipo del alma no fue brillante al cien por cien, no sólo por cuando a las lesiones le tocaban, como si de una mala cornada se tratara, sino porque el Betis luchaba como en épocas pasadas ante su peor enemigo, el propio Betis.

Comenzaba una nueva campaña, la 2016/17 y lo hacía con Joaquín como jugador franquicia y máximo referente del Real Betis, con su brazalete de capitán, ese al alcance tan sólo de los líderes, los grandes espadas, los números 1, esos futbolistas capaces de ejercer su capacidad de mando dentro y fuera del terreno de juego. Y Joaquín afrontó con valentía el rol asignado por él mismo, dando un paso al frente como demandaba una afición ansiosa de un líder de garantías.

La temporada del Real Betis no está siendo todo lo buena que esperaba el beticismo pero sí a nivel personal, con un Joaquín Sánchez que está viviendo una segunda juventud de verdiblanco. El del Puerto de Santa María aporta fútbol, centros medidos, experiencia, ese valor tan preciado en todas las facetas de la vida, y más ganas si cabe que en sus comienzos.

Regalando ilusiones, dejándose la piel en cada partido, trabajando hasta la extenuación, subiendo, bajando, luchando, animando… en definitiva, siendo el mejor espejo de una afición que tanto y tanto merece. Cortando, hablando en términos taurinos, dos orejas y el rabo cada tarde y saliendo nuevamente su vena torera. «Me gusta hablar de toros, es una pasión que siempre he tenido conmigo que no puedo ocultar porque se me nota. Estoy orgulloso de sentirme torero a mi forma».

El torero se hizo futbolista, mientras, el futbolista se ‘disfraza’ de torero para sacar a pasear su arte a cada paso, en cada lance, cada remate, cada centro. «Me acuesto muchísimas noches y sueño que me visto de torero». Y aunque usted no lo sepa… ¡Lo logra Maestro!

JOSÉ MIGUEL MUÑOZ @tara11iker

Foto: JOSÉ EMILIO GÓMEZ @JoseEmilioGomez