La soledad del portero

Escrito por José Miguel Muñoz. Creado en Nuestros números 1, Number1 opina

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Los dos recientes fallos del meta del Sevilla FC, Sergio Rico, me han trasladado nuevamente a mi infancia y a recordar esa soledad que sentía cada vez que me ponía bajo palos para mantener mi marco a cero. Es lo que un día mi ídolo, Luis Arconada me definió como: La soledad del portero.

Por: JOSÉ MIGUEL MUÑOZ @tara11iker

Sí, yo fui portero, o mejor dicho, lo sigo siendo, ya no me visto de corto como antes, ahora sigo parando pero lo hago desde la grada, mientras veo jugar a mi hijo Iker, que a sus nueves años tuvo tan claro como su padre que era diferente a los demás. No lleva la misma camiseta que el resto de sus compañeros, ni el pantalón, puede tocar el balón con las manos, y por norma general, porque yo en ese sentido soy de los clásicos, suele llevar el dorsal número 1 a la espalda.

Desde que vi jugar por primera vez al guardameta de la Real Sociedad Luis Arconada, cuando apenas tenía cinco años, lo tuve claro: “Yo quiero ser como él”. El sueño no se cumplió, porque Arconada sólo hay uno, pero en mis sueños me disfrazaba de ese portero que sin necesidad de poderes era capaz de volar de palo a palo para evitar ese gol cantado con ese vuelo imposible que muchísimos años después sigue intacto.

El puesto más ingrato, el que menos recompensa tiene, en el que menos abrazos recibes de tus compañeros, porque se supone que lo tuyo es parar y si lo haces es porque estás cumpliendo con tu obligación. No recuerdo a ningún delantero recorrer el campo en busca de su portero tras marcar un gol, es parte de la soledad del portero.

Esa que te atrapa en cada partido, a ese genio ataviado con guantes y que juega un rol importantísimo en un equipo pese a que las portadas y titulares de los periódicos sean para los que marcan los goles. Siempre se ha dicho que estamos un poco locos, pobres ingenuos, olvidan que el portero es el que mejor ve el fútbol gracias a su posición privilegiada y a que tiene tiempo de pensar…

Nos señalan con el dedo, nos marcan de por vida por un error, olvidando todo lo bueno hecho hasta el momento. Es la idiosincracia de este demarcación tan caprichosa y este bendito deporte en el que somos los únicos que no estamos para marcar, sino para todo lo contrario, para evitar la salsa del fútbol: el gol. Y si se señaló a los más grandes: Arconada, Iker Casillas, Oliver Khan, Buffon, Paff, Schumacher… ¿Qué vamos a esperar para nosotros?

Es lo que tiene este fútbol en el que un delantero lo falla todo y si marca en el último minuto es Dios y en cambio si el portero lo para todo y en el último segundo te marcan, nadie te felicita por el buen partido realizado. Eché de menos muchas tardes ese abrazo o esa felicitación al llegar al vestuario. El mismo que regalé a mi compañero tras un gol o tras una ocasión fallida. Por ello, siempre he sentido debilidad por los porteros, mis compañeros, mis amigos, el guardían de esa portería que sin nosotros no sería lo mismo…

Los dos recientes errores de Sergio Rico, meta del Sevilla ante el Getafe en Liga y el Leganés en Copa, me hacen escribir estas líneas, esta reflexión en voz alta para sin pretensión alguna de convertirme en abogado del espigado guardameta sevillista, recordar esa soledad del portero, aquella que te aisla del mundo del fútbol y que apenas te hace actualidad cuando tus manos no consiguen atrapar ese balón que desde la grada, todos hicieron tuyo.

Porque llevamos el número de los grandes, el de los campeones, el uno, pero sí, somos humanos y como tales, también nos equivocamos. El gol es el indulto o el perdón del delantero tras varias ocasiones fallidas, pero en cambio, una parada, por muy increíble que sea, no borra ese gol encajado. Ese tanto por el que te castigas y ves repetido en tus retinas una y otra vez analizando que tendrías que haber cambiado para detenerlo.

Hoy mis líneas van por ti que sientes como yo, a ti que también llevas el uno a la espalda y sabes lo que es ver el fútbol de otra manera, desde la portería, sin soñar marcar un gol sino todo lo contrario: evitarlo. Va por los Arconada, Casillas, Claudio Bravo, Toni Doblas… y compañía, por tantos y tantos porteros, desde los de Primera división hasta los que como mi hijo Iker, comienzan a descubrir la ingratitud de ser portero desde el fútbol base.

Hoy va por ti, que como yo, sabes cómo es… La Soledad del Portero.

Por: JOSÉ MIGUEL MUÑOZ @tara11iker