Conseguir hacer justicia en el Real Betis Balompié trajo su marcha, lo cual no supuso vacío alguno para el bético llamado oficialista como alguno apuntó que sucedería…
Reconozco que me pensé y mucho publicar esto un tanto más tarde para que no pareciese la conmemoración del sesenta y nueve cumpleaños de un delincuente; morboso número, por cierto, del que desconozco si su protagonista sabe algo, porque tanto tiempo encerrado debe haberle hecho perder la noción de todo, incluso con relojes de los buenos, como los que él usaba.
Durante casi veinte años (sí madre, casi veinte), este señor ha sido protagonista en bares, cines, la calle, coplas, chistes de todo tipo, incluido sexuales, por supuesto que en el estadio que ya no lleva su nombre (el gran error de Don Alfonso Jaramillo al promulgarlo, reconocido por él); incluso en países donde el fútbol es tan protagonista como aquí, Lopera ha sido nombrado sin saber casi ni quién era. Todo ello ha creado un estigma que en el Betis tardará mucho en perderse.
Pensamientos, respetables todos, hay dentro del beticismo: los que están a favor, en contra, en medio, arriba y abajo, pero lo que las plataformas entre las que me integro nunca nos dimos cuenta, es que había que diferenciar entre apoyar al que manda como ídolo y al que manda por su cargo, esto es, que no es lo mismo ser loperista que oficialista.
Hoy, muchos que adoraban a Lopera afirmando que “quien no lo quería no quería a su madre”, apuestan por el apoyo a los que están, y probablemente a los que estén en el futuro, porque de ninguna forma consideran el progreso del Betis si no es con el apoyo, salvo alguna regañina al estilo de la abuelita con sus nietos.
La radicalización de las posturas al día de hoy ha llevado a una bipolarización en la que resulta poco menos que blasfemo ser independiente: o apoyas o eres loperista, o poco bético, o sólo miras lo malo, o deseas que tu equipo pierda para llevar razón, y otras paridas por el estilo; todo ello sin descontar, por su puesto, que los que estamos siempre vigilando a los que mandan también caemos en el argumento sencillo de considerar gente, en general, fácil, a quienes piensan que el hablar de lo bueno es sencillamente lo mejor.
¿Quién gana en todo esto si no es Lopera?. Aún cuando no está, su sombra existe, al menos en la mente de (casi) todos; incluso si ya no manda aún apelamos a su ruína para decir que los que están, como poco, son más honrados –curioso que se considere meritorio lo que a todos los efectos es una obligación civil, cívica y moral por la cual a nadie se nos aplaude cuando vamos por la calle-, y claro, quienes aún desean su vuelta sueñan con esa dictadura del supuesto dinero que nunca puso, con el pretexto de la mano dura y el personalismo que ha confundido a sus béticos adoradores (porque son béticos, que a nadie le quepa duda alguna) entre lo que es el Betis y él.
Hoy, muchos de los llamados loperistas ya no quieren a Lopera, quieren a los que están, querrán a los que vengan, y a los siguientes, y a los otros…de ahí que el propio Lopera no haya querido irse, entre otras muchas razones claro: estar en el poder te crea adeptos por inercia. ¿Alguien duda de que en un completo imposible caso de su vuelta muchos de los que ya no lo apoyan lo volverían a apoyar? Retorciendo el asunto aún más: si volviese y lo volvieran a echar, ¿alguien duda de que tras el apoyo a Lopera, lo volverían a defenestrar para apoyar a los siguientes?
No es malo vigilar y exigir hasta lo último; muchos creemos que el Betis es un club para estar entre los cuatro o cinco primeros equipos del país. Y a los oficialistas decirles que no son menos, ni más, ni todo lo contrario, pero eso sí: exijan, que valemos mucho más de lo que nos consideramos a veces.
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