Esta temporada el derbi lo ganaron ellos por distintas razones de peso, pero especialmente por dos muy concretas y que decantan siempre o casi siempre la balanza: ganas y compromiso.
Cuatro días antes del partido, la Peña Bética de Pino Montano tuvo a bien recibir al presidente de la Fundación Real Betis, acompañado por Campbell, Nosa Igieborg y el Presidente de la Federación de Peñas, acompañado por el vicepresidente del club; ante una multitud de presentes, el discurso general, sin excepciones, fue el de haber conseguido con holgura la permanencia y lo absurdo de exigirle más a los jugadores a la hora de aspirar a objetivos más altos. Seguidamente, durante la misma semana, el haber leído al presidente y determinados jugadores que aquí no hay revancha alguna, que lo suyo es ganar aunque sea en el último minuto como sea, y otras parecidas, me hizo pensar sobre si era una estrategia más de cara al partido o simplemente que querían cumplir consigo mismos ganando tres puntos olvidando los cinco que nos metieron en la ida. Desgraciadamente tuve razón cuando pensé lo peor.
Pocos béticos llegamos a pensar que volvería a repetirse la vergüenza del partido en el Pizjuán, que la lección se habría aprendido, que no le meteríamos cinco pero al menos las cosas iban a cambiar ganando y poniendo la camiseta en su sitio, y sin embargo la sombra de la indignación nos nubló a todos la mente al punto de abandonar el estadio un grupo de personas que ya no podían aguantar más semejante visión. La remontada heróica por méritos propios y deméritos ajenos ha hecho que un empate sepa a mucho más, cuando la realidad es que deberíamos haber ganado. Sí, iremos a Europa tapando estas vergüenzas, quedaremos por encima de ellos, pero, ¿de verdad hay que pagar semejante precio por un derbi?. Será pasión propia de uno pero ellos, por justificarse en una temporada fracasada o por iniciativa propia, le han echado más casta, garra y hormonólogos que nosotros. Ocho goles en dos partidos es demasiado, en un derbi, más aún. Twitter: @betis_com_es