Nuevo examen para el Real Betis, nueva situación comprometida, nuevo partido en el Benito Villamarín ante una afición que merece, de una vez por todas, una alegría, que ya toca…
Llega el Villarreal al Benito Villamarín y lo hace en el peor momento, para enfrentarse a un Betis necesitado y con mil dudas para salir a flote. No funciona el equipo, no hay recursos en el banquillo, y no hay quien sepa dirigirlo porque si Gustavo poyet dejó mucho que desear, Víctor Sánchez del Amo, a día de hoy, tampoco se queda atrás. Pero lo peor no es esto, sino que tampoco hay visos de que haya cambios para revertir la situación. Y lo pero de todo es que llega un Villarreal europeo, un equipo que sabe hacer daño, que sabe jugar y que también deja jugar. Quizás lo que mejor le va a un Betis que ha demostrado que cuanto mejor es el rival que tiene enfrente, más se crece. Esto invita al optimismo en un partido donde habrá muchas miradas al banquillo. A un banquillo donde Torrecilla ratificó que en el proyecto de la próxima temporada entra Víctor Sánchez del Amo. Tiempo al tiempo.
Y es que una nueva derrota, o un partido que no invite a algo más, cuanto menos a algo tan vital como creer, hace que el aficionado llegue a este choque enfadado, molesto e impotente porque una semana sí y otra también, su equipo no le da alegrías y le deja más dudas si cabe. Y evidentemente como todo en la vida, la paciencia tiene un límite. A ello hay que unir que su rival esta tarde, el Villarreal llega en el momento más irregular de la temporada, y por tanto con más necesidad que nunca para no descolgarse de su lucha por estar otro año más en Europa, objetivo prioritario de los castellonenses. El Betis por su parte, llega con la principal preocupación de Dani Ceballos que arrastra molestias en su rodilla pero dada la situación, todo apunta a que el jugador más en forma de los verdiblancos, será una vez más el director de orquesta que intente llevar a los suyos a una victoria tan deseada como necesitada. JOSÉ MIGUEL MUÑOZ @tara11iker
