Se fue Vizcaíno al tercer anillo de Nervión, y para arriba no sólo se lleva su sevillismo a prueba de bombas, sino también su sabiduría, su talento… y su inigualable talante, porque si hay una palabra que lo describa como persona es esa, su inigualable talante.
Dicen que talento y talante se conjugan con tiento y aguante, y es un error creer que el talento se basa en tener dones que los demás no tienen, sino en saber utilizarlos, y Vizcaíno era el maestro del talante. Vizcaíno tendrá ahora en cada minuto 16 de Nervión, ese minuto que Antonio Puerta instauró en todos los partidos del Ramón Sánchez Pizjuan, un trocito para que siempre se le recuerde, porque todos los sevillistas hacemos nuestro ese instante para, tener presente dentro de nuestro propio santuario, a todos los seres queridos que se nos marcharon al tercer anillo para ver desde el mismísimo cielo como juega nuestro Sevilla. Vizcaíno se ha ido para arriba con su bufanda al cuello y arropado por su bandera, pero también con el Sevilla FC en sus labios, como siempre ha sido su vida, porque él jamás ni la entendió, ni quiso entenderla de otra manera que no fuese así.