Nunca he entendido, ni nunca podré llegar a entender, a esos que se creen más sevillistas que nadie pero sin embargo anteponen sus intereses personales al Sevilla FC. Una contradicción en todo regla digno del más puro análisis.
Decía Waldo Emerson que «nadie ha aprendido el sentido de la vida hasta que ha sometido a su ego para servir a sus hermanos». Nunca he entendido a sevillistas que han deseado una derrota o un buen porrazo del Sevilla FC para finalmente salirse con las suya o que simplemente el filo de la navaja toque la cara de un entrenador, un presidente, un dirigente… o de alguien con quién saldar rencillas personales. Quizás la solución sea mucho más simple de lo que imaginamos, creo que con ponerse sólo un par de minutos frente al espejo bastaría. En todas nuestras casas tenemos espejos y todos disponemos de al menos un par de minutos al día, pero… primero hay que querer y luego hay que tener claro que no podemos engañarnos a nosotros mismos. Creo que el sevillismo se demuestra no echando leña al fuego, sino todos los cubos de agua que a uno le sea posible echar a un asunto que perjudica al club al que uno ama. Y sobre todo, creo que el sevillismo se demuestra principalmente dejando el ego a un lado.
Con el permiso del que fuera gran escritor, poeta y filósofo estadounidense, voy a cambiar un par de palabras a su frase para dejarla de esta manera: «Nadie ha aprendido el sentido del Sevillismo hasta que ha sometido a su ego para servir al Sevilla FC».
No me cabe el «sevillista hasta la muerte» o el «más sevillista que el escudo» cuando se antepone el interés o las cuitas personales al Sevilla FC. Ojo, no confundir esto ni con la crítica ni con la exigencia, que no voy por ahí.
Fácil no, facilísimo, pero claro, hay que querer.