Hoy voy a empezar con una pregunta que puede tener una respuesta sencilla, o justo lo contrario: ¿hace falta que un equipo vaya mal para que un jugador se quiera ir? Que haya jugadores que se quieran ir, ¿es consecuencia directa del hecho de que las cosas vayan mal, o puede no tener tanto que ver?
Recuerdo la brasa que dio Dani Alves (durante años) diciendo que se quería ir, que quería crecer y todas esas cosas que dicen todos los futbolistas que quieren cambiar de aires. Recuerdo que, en aquella época, el Sevilla, no es que fuera bien, no. Es que era el mejor Sevilla de la historia. Al menos el mejor de los últimos 60 años. Por la misma época en la que Alves empezó a relatar, Poulsen rechazó ofertas mucho mejores para venir aquí. Lo mismo que hizo Rakitic hace un par de años cuando las cosas nos iban mucho peor. O Fazio en la actualidad, que se niega a escuchar millonarias propuestas porque no se quiere mover de aquí. O mejor, no se quiere mover a cualquier sitio. Y aquí creo que está la clave. No es que los jugadores se quieran ir porque sí. Es que tienen propuestas mejores, en lo económico, en otros ámbitos o en todos a la vez. Ni más ni menos. Da igual que el equipo vaya mejor o peor, si hay una propuesta mejor, el jugador tendrá la tentación de irse. Evidentemente, si el equipo está ganando, es menos probable que surja una opción mejor que la de quedarse que si el equipo pierde y no tiene para pagar bien. Además, si el club anda bien y saneado, puede negarse a acceder a los deseos de un jugador. De hecho, Luis Fabiano quiso irse casi desde antes de llegar, y se le retuvo durante años. Pero ni eso es óbice para que esos traspasos se produzcan. ¿O no querían irse Beckham o C. Ronaldo del Manchester para fichar por el Madrid? ¿O Zidane de la Juventus? ¿O Figo del Barça? Me llama muchísimo la atención la poca coherencia que se demuestra desde algunas tribunas de la prensa deportiva local a la hora de hacer según qué análisis. Dejar caer que la venta de la estrella de un equipo por 8 millones de euros es una buena operación y, por la misma cantidad, la de un canterano con siete ratos en primera, un regalo, es un reconocimiento implícito de que la grandeza de un club y la pequeñez del otro. Algo así como “¿qué más se puede pedir por un jugador de un equipo pequeño, por mucho que sea su estrella?” O, por el contrario, “por mucho que sea un canterano con apenas partidos en primera, un equipo tan grande no puede regalar a un futbolista de esa manera”. Bien, podemos estar de acuerdo, pero tengamos los arrestos de reconocer esa diferencia de grandeza. No me vengan luego con ligas particulares, máximas rivalidades y cosas así.
Por otro lado, y en estos mismos términos de crítica a la falta de coherencia, me hago otra pregunta: ¿cuándo es el mejor momento para vender a un jugador? Pues se supone que cuando está en el cénit de su carrera. Cuando, por edad, ya no va a ir a más y le quedan sólo unos pocos años antes de comenzar el lógico declive. Y cuando el club necesita dinero. Para mí es indudable que este es el caso tanto de Negredo como de Navas, aunque es evidente que sus ventas son un reconocimiento implícito del fracaso de la directiva. Venden para enjugar el déficit provocado por ese fracaso. En este sentido, entiendo a los que piden que rueden cabezas. Cabezas responsables de ese fracaso y de ese déficit. Pero no a los que utilizan de forma torticera su poder para minar a los poseedores de esas cabezas, sin tener los arrestos que sí tienen otros para pedir su cese. Que se podrá estar más de acuerdo o menos con esa petición, pero los arrestos son los que son. Y la coherencia (o la falta de ella), también. En este punto, cabe recordar que la temporada de la primera UEFA empezó con la venta de la estrella del equipo y su mejor canterano. Y es que el problema no son las ventas, sino las compras. El Oporto es famoso en Europa por vender mucho y comprar mejor, para luego seguir vendiendo mucho. El Sevilla en 2005 vendió lo mejor que tenía, pero fichó a lo mejor de su historia. Y el problema actual no es el hecho de vender a lo mejor que se tiene, sino que en los últimos tiempos se ha fallado demasiado en los fichajes y el aficionado normal teme, como es lógico, que nos deshagamos de lo mejor que tenemos para traer futbolistas malos, que eso descapitalice por completo a la plantilla y, en el peor de los casos, peguemos un segundazo de los históricos. Esto es normal. Y no es sólo que lo entienda, es que lo comparto. Yo también tengo ese temor. Pero eso no me hace tirar por tierra cualquier fichaje antes ni siquiera de verlo jugar. Eso no me hace criticar absolutamente todo lo que se hace, mientras se ensalza cualquier “chuminá” que llevan a cabo los de enfrente. Inventándose cosas, o magnificándolas hasta extremos que llegan a causar incluso sonrojo. Luego habrá quien se queje de que algunos nos creamos lo que dicen unos, pero nos riamos de lo que dicen otros. Es la consecuencia de ser coherente o de ser ridículo. Twitter: @Ravesen_