El Sevilla FC consiguió su primera victoria de la temporada ante el Getafe, no sin sufrimiento. El gol de la leyenda Jesús Navas fue suficiente para dejar los primeros 3 puntos en nervión. La polémica arbitral fue notoria por unas manos no pitadas y una expulsión a juanlu por simular.
El sevillista, por fin, pudo sonreir con su equipo. Una agónica victoria que sirve de soplo de aire fresco en este turbio inicio liguero, con los problemas entre afición y directiva de fondo y siempre presente. Parece que, de momento, la única forma de conseguir los 3 puntos es abonarse a la épica, pero, en cómputos globales. La victoria fue merecida.
Porque el Sevilla fue mejor que el Getafe. No con brillo ni con aplastante superioridad, pero sí que llevó el timón del barco. Con todo ello, los de Bordalás pudieron adelantarse en el marcador con una clara de Uche tras error de Marçao, pero fue el único acercamiento de los madrileños. No se sufrió en demasía en defensa y eso fue fruto a un planteamiento que, hoy sí, fue bien dispuesto por Pimienta.
El gol sería obra de la leyenda sevillista, quién si no, Jesús Navas. Un gran gol apareciendo como extremo, la que parece será su nueva posición. Una vuelta a los orígenes que le permitió levantar el júbilo de la grada y que su equipo se asentara mejor hasta el término de la primera mitad. Era un Sevilla de oficio, con Peque juntando bien las líneas pero con poco «punch» en los metros finales.
En la segunda mitad se dio un paso atrás que el Getafe no supo aprovechar. Los de Bordalás sufren con balón y Pimienta lo detectó bien. Fue entonces cuando el árbitro quiso ser protagonista. Mano que suponía penalti no pitada y segunda amarilla a Juanlu por simular penalti. Previamente se anuló un gol al conjunto azulón por fuera de juego. Se temió lo peor en la parroquia blanquirroja.
Esta concatenación de hechos enervó a la grada hispalense y se transmitió a un partido que se volvió rocoso y lento. Lesiones e interrupciones que obligaron al colegiado a dar 14 minutos de descuento. Una eterna agonía de la que el Sevilla salió vivo y que se escenificó en las lágrimas de su capitán tras el encuentro. Una victoria que debe unir y, sobre todo, señalar el camino.