El comienzo de la temporada oficial por parte del Sevilla ha sido bastante diferente a lo que muchos habían pensado. Después de una pretemporada fulgurante, hubo quien creyó que íbamos a arrasar allá por donde fuéramos. Nada más lejos de la realidad.
Y, ante esto, yo me pregunto: ¿de verdad lo esperaban? ¿De verdad había gente que pensó que esto iba a ser coser y cantar? ¿Que una revolución en un equipo se completa en un par de meses y, hala, a aplastar a un rival tras otro? Eso, por no llamarlo ignorancia, es una ingenuidad propia de un crío de la edad de mi hijo. El Sevilla ha fichado a doce jugadores. ¡A doce! Si a ellos les unimos otros que no son exactamente fichajes, pero que no estaban el año pasado disponibles por motivos de cesiones, lesiones o, simple y llanamente, por estar jugando en el filial, casi que podemos completar toda una convocatoria con futbolistas que jamás han jugado juntos. ¿Y pretendemos que rindan a tope a finales de agosto? ¿De verdad hay gente que espera tal cosa? Además, muchos de esos jugadores son jovencísimos, y eso conlleva que necesitan un poco más de tiempo que los más veteranos para ponerse al día. Les falta esa experiencia. Por no hablar de lo de las lesiones. De modo que se fichan dos centrales para remozar esa línea, se lesionan los dos y, por si eso fuera poco, ahora parece que cae el que quedaba con prurito de titular. Y ahora viene otro, Mbia, que acaba de aterrizar y que igual no habla ni el idioma. Como para pedirle que rinda a tope desde el primer día. Esto no es una excusa para el mal juego del equipo en los tres partidos oficiales que llevamos. Es mucho más que eso. Es que ese mal juego es lógico, es lo que había que esperar. Es natural. Resulta imposible que esos futbolistas (algunos de ellos con una semana de entrenamientos) hayan conseguido conocerse, asimilar el sistema del entrenador, acoplarse y compenetrarse hasta el punto de ganar por la vía fácil. Imposible, y cualquiera que haya jugado en un equipo de fútbol lo sabe.
Lo normal es lo que estamos viendo. Un equipo que comete errores de concepto, que se parte en dos porque no ha asimilado el modo de hacer los balances ofensivos – defensivos y viceversa. Que tiene jugadores con ansiedad por demostrar lo que valen, ya que la competencia es mucha, y eso les lastra un poco. Y, en definitiva, un equipo al que le falta una barbaridad que mejorar, que tiene un trabajo inmenso por delante. Por supuesto, el equipo ha jugado horrible estos partidos y así hay que decirlo. Y por supuesto también, es necesario exigir, no conformarse, señalar los errores, porque esa es la única manera de corregirlos. El entrenador parece tener las ideas claras, pero no se debería encabezonar. Puede que, con los jugadores que tiene, haya una combinación de los mismos que mejore lo que él tiene en la cabeza (y me estoy acordando ahora de lo que hizo Caparrós con Baptista, por poner un ejemplo). Todo está por hacer, todo está por venir, a esto le queda un trecho. Pero un trecho largo, por eso digo que no me sorprende para nada lo que estoy viendo. En mi opinión, a este equipo no se le debe esperar hasta enero, hasta la segunda vuelta. Entre tanto, es imprescindible no tirar la temporada mientras se acopla la plantilla, es decir, hay que mantener el tipo en liga y pasar rondas en Europa y en la Copa (cuando toque). Como sea. Y cuando digo como sea, me refiero a eso, a como sea. Sin hacer caso de si el juego es mejor o peor, cubriendo errores y carencias de la mejor forma que se pueda. Y evolucionando. Siempre evolucionando, con el objetivo de alcanzar la excelencia que todos esperamos. Excelencia que es imposible de tener a estas alturas. Y el que no tenga claro esto, lo va a pasar bastante mal. Twitter: @Ravesen_