José Lobo: «Somos los yonkis y gitanos de la historia del Sevilla FC»

Escrito por Number 1 Sport. Creado en Entrevistas

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Una entrevista de: QUICO PÉREZ-VENTANA

Así nos llaman a los sevillanos por ahí arriba. Con tela de mala leche, sí. Sobre todo desde que ganamos algo. Pero he aquí que un sevillano y sevillista, de nombre José Lobo –poco más sabemos de él, excepto que regenta el blog Palanganismo exacerbado y que aparcó el carné tras los títulos–, se lo toma a guasa y se atreve a titular de tal guisa el tratado de fundamentalismo rojiblanco que ‘coloca’ en una colección de la editorial Libros del K.O. de título no menos sugerente: Hooligans Ilustrados. Y eso es precisamente Yonkis y gitanos: una virulenta reflexión sobre un equipo con la marca de Caín, el Sevilla Fútbol Club, que para el autor es la medida suprema del universo. Un libro escrito sin cortarse un pelo –o un rizo– por el primer ministro de Somalia, eso dice su biografía de Twitter, que nació en 1980 unas calles más allá del Pizjuán. De acuerdo, esta entrevista nos ha quedado larguita, pero advertimos que os va a merecer la pena.

– Hombre de dios, ¿usted no puede ir al fútbol sin comerse tanto el tarro?

– No se dice explícitamente en el libro, pero creo que se intuye: estuve muchos años yendo solo al fútbol. Hay muchas cosas que prefiero hacer solo. Ir al cine, al fútbol y, algunas veces, incluso viajar. En el caso del fútbol, lo prefería porque así nadie me iba a molestar con su falta de fe en el juego del Sevilla de Marcos Alonso o de Vicente Miera. No toleraba las críticas por fundadas que fueran. Sabía perfectamente que el equipo era muy malo, pero quejarse de eso era como manifestarse contra catástrofes naturales. Esa soledad autoimpuesta te lleva a fijarte más en las cosas y hacer bochornosas analogías en las que tanto abunda el libro.

– Hasta la última página esperando entender por qué titula su libro con esa repugnante expresión que se oye en el Calderón, Bernabéu y Mestalla. Sin éxito, me temo. Lo de entenderlo, digo.

– Yo nací en los 80, hablo del sevillismo de esa generación. Chavales que ya en la EGB sonreían con cinismo si se hablaba de ganar títulos. Veíamos que nuestros mejores jugadores se irían a la menor oportunidad. La adolescencia la inauguramos descendiendo a 2ªB un 1 de agosto, viendo en nuestros primeros viajes cómo se recibía al Sevilla con tifos en los que aparecía el cobrador del frac. Descendimos a Segunda mientras el Betis jugaba finales de Copa, levantándonos cada mañana con un nuevo menosprecio o cachondeo por parte de Lopera, a quien entonces había que beatificar. Y con todo eso en contra, no dejamos a nuestro equipo. Al contrario. Nos han dado hostias por todas partes hasta ser adultos y nunca abandonamos al Sevilla. Una generación con ese curriculum, ¿va a preocuparse por un pareado tan pueril? Al revés, nos encantaba. Hay camisetas y bufandas con esa leyenda, sólo faltaba un libro. Somos los yonkis y gitanos de la historia de este club.

– Un insulto, por cierto, ese de «sevillanos, yonkis y gitanos» que entonan para ofender a las aficiones del Sevilla y el Betis. Es decir, el libro de un «fundamentalista del sevillismo», como usted mismo se define, lleva un título que podría asomarse también a la portada de la obra de un fundamentalista del beticismo. ¿Estoy en lo cierto?

– Pues no lo sé. Eso habría que preguntárselo a un bético.

– Definitivamente, llama la atención que un libro con tantas referencias literarias empiece así: «Mira que se pueden hacer cosas con la polla en la mano». Servidor sería incapaz de no terminar la lectura de una obra con tan prometedor inicio. Y me lo ha puesto fácil, porque es un libro muy cortito. De hecho me he quedado con ganas de más improperios.

– El comienzo es gracias a Roberto Fontanarrosa. Tiene un relato que se titula Puto el que lee esto, en el que dice que no hay mejor manera de empezar un relato que con esa frase. Que eso es desafiar al lector, sin demagogias. Si te gusta bien y si no, también. Fuerte y a la cabeza, como en un combate de boxeo. La primera hostia debe ser tuya. Que si alguien coge tu libro y lee esa primera frase ya no lo pueda dejar y tenga que llevárselo. A mí no me conoce nadie. A los libros de fútbol, aunque ahora estén de moda, se les mira con cara rara. Así que había que comprometerse, empezar fuerte y decir aquí estoy yo. Aparte de que es completamente real. Pensé eso mientras meaba en Eindhoven.

– Aunque, por otra parte, esas citas intelectuales se sustentan en frases del tipo «como dice la maricona de Trotsky» o «el mamahostias de Nietzsche escribió una vez que». Reconózcalo. Eso es para que no pensemos de usted que es un cultureta, ¿verdad?

– En realidad es porque no soporto las falacias ad hominen. Muchas personas basan sus afirmaciones con tal dijo esto, aquel dijo lo otro. ¿Y? Nietzsche pudo decir tal cosa, pero Locke dice lo contrario, o el mismo Nietzsche se contradice en una obra posterior. Fundar opiniones en frases hechas tiene el mismo recorrido que hacerlo sobre refranes. Hay que leer a esos señores, por supuesto, pero si se equivocan, que todos se equivocaron, se dice.

– Para la mayoría del sevillismo, la historia de este Club era el caminar hacia Eindhoven. Pero se ve que el autor de Yonkis y gitanos va con el paso cambiado. ¿No teme el escarnio de sus correligionarios?

– Es que la historia del libro es el camino hacia Eindhoven. Allí acaba. Pienso que es la mejor época del sevillismo, la de enseñar los dientes y seguir adelante durante 58 años. Pocas cosas en este mundo pueden soportar una fe insatisfecha de más de medio siglo. Sobre posibles escarnios, en absoluto. El libro lo escribo yo y es mi visión sobre las cosas. Si a alguien no le gusta, qué le vamos a hacer, pero la historia del Sevilla, al menos la que yo he vivido, no es una película de Disney.

– «De sus ciento ocho años de historia, el Sevilla Fútbol Club habrá tenido unos diez años de verdadero equipo grande, trece deambulando por Segunda y el resto, ochenta y cinco maravillosos años, los ha dejado transcurrir en la más pura y neta mediocridad». A ver, cuéntele al sevillismo por qué este Club lleva la marca de Caín. Por qué la mejor hora es la de la derrota. Por qué la victoria está vacía. Por qué echa de menos ese medio siglo sin jugar una sola final. Esa manía de regalarnos novenos y duodécimos puestos con regularidad funcionarial. Por qué envidia a la nueva generación que nunca verá al Sevilla ganar nada (ojalá se equivoque). Atrévase, hombre.

– Porque cuando pierdes te preguntas qué ha fallado. No hay mejor escuela que la derrota. Cuando ganas todo son palmaditas en la espalda, qué grades somos, qué larga la tenemos. Si pierdes hay que apretar los puños, levantarte y seguir. Mira, cuando llegué de Eindhoven todo eran sonrisas por la calle. Pasé por un colegio y oí a un grupo de chavales en el recreo cantando el himno del centenario. Todo eso es muy bonito, muy emocionante. Sin embargo, cuando llegué de Oviedo, me bajé del autobús, me despedí de mis amigos con un abrazo y caminando por Eduardo Dato con mi bufanda al cuello la gente me miraba de reojo. Éramos los apestados, los pobrecitos. Quien se levanta en ese momento es uno de los míos. Quien va con la banderita a ver el autobús del equipo pasear un título… No sé qué decirte. Me ofrece más dudas.

– Sobre la criatura –confío en que esta expresión no le traiga recuerdos–, asegura que viene «a ampliar el catálogo de libros perfectamente inservibles que deambulan por el mundo» y que la editorial apenas le ha hecho correcciones. Ande, desvele qué le han corregido. El «hostia puta» que le dijo su padre veo que no.

– De léxico, ninguna, de verdad. Es más, muchos capítulos están ampliados respecto a la primera versión porque así me lo pidieron los editores. Las únicas correcciones que hay fueron motivadas porque algún pasaje podía quedar poco claro, porque había dado demasiadas cosas como sabidas para el lector, etc. Y, por supuesto, gramaticales. Para los editores, Emilio Sánchez Mediavilla y Álvaro Llorca, sólo puedo tener palabras de agradecimiento. En primer lugar, por apostar por un total desconocido para escribir en una colección en la que tenían libros gente como Enric González. Y en segundo, por el trato y la libertad absoluta que me han dado en todo lo que se me ha ocurrido.

– «La masa que se sitúa detrás de las porterías es uno de los principales motivos que han hecho de este deporte lo que es», dice. Y solicita la colocación en la entrada de Gol Norte de una placa que diga «solo para locos». Usted suele acceder al estadio por esa puerta. ¿Le gusta todo lo que ve y escucha en ese animoso sector de la grada del Pizjuán?

– Claro que no. Pasa como he dicho antes con el libro, todo no te puede gustar. Sin embargo, en esa grada, y sobre todo en viajes con personas que se sitúan en esa grada, he aprendido más de amistad, compañerismo, valores y ética que en cualquier otro sitio. Eso ya eclipsa todo lo demás.

– En este libro aprovecha para criticar ciertas costumbres de la ciudad de Sevilla, como la prosa poética de los pregones semanasanteros, la condición de la Feria de Abril como «fiesta popular privada» y la querencia a presumir hasta del agua del grifo, de ahí que nos tengan enfilados en casi toda Andalucía. Insisto en lo de la posibilidad de escarnio. ¿No teme que un día salga a la calle y vea pintadas ofensivas en la fachada de su casa?

– Los pregones de Semana Santa me hacen muchísima gracia. Ves debates, artículos de varias páginas en prensa, opiniones por todas partes… ¡Pero si son todos iguales! Y escritos de una manera que me da mucha dentera. No comprendo como tíos con canas en los cojones pueden contar historias sobre “nazarenitos”, “acoliquitos” y cualquier cosa que sea susceptible de escribirse en diminutivo. Un “camaradas, somos la hostia, qué cosa más grande es ser cofrade y sevillano” que se repite cada Domingo de Pasión. Eso sería un buen pregón, ahora que caigo. “Somos la polla. Vámonos al ambigú del teatro, que ya no abundo más en esta idea universalmente admitida”. E irte a cogerla con el arzobispo, el alcalde y quien ande por ahí. La Feria es una fiesta privada en más de un 90 %, no creo que nadie pueda discutirlo. En lo de los pregones tal vez alguien pueda objetar que no pillo matices como que un año se hizo más hincapié en la Candelaria que en la Virgen del Buen Fin, pero en el carácter privado de la Feria creo que todos estaremos de acuerdo. Y antes, según tengo entendido, era todavía peor. El señorito con su caseta y su caballo. Los muertos de hambre, a comerse la tortilla en la Plaza de España. Eso sí, si viene Grace Kelly le doy gloria. Esto no pasa en San Fermín o, sin ir más lejos, la Feria de Jerez, que es una maravilla. Los sevillanos somos muy aborrecibles, para qué nos vamos a engañar. Ojo, yo el primero. Eso de mirar la plaza o la avenida de la Constitución de otra ciudad o pueblo y resoplar pensando “¿esta es vuestra avenida de la Constitución? Pues vaya estafa” lo he dicho alguna vez. Lo malo sería no avergonzarse de estas actitudes, no rectificar y seguir por ese camino.

José Lobo, autor de ‘Yonkis y gitanos’, en un instante de exaltación intelectual.

José Lobo, autor de ‘Yonkis y gitanos’, en un momento de inspiración intelectual.

– Asegura que le han estado engañando durante tres décadas con una historia insostenible. Y que ordenar la memoria y la vida basándolas en un equipo de fútbol no es lo ideal para llegar a ser una persona formada, recta y decente. ¿Ser hincha acérrimo de un equipo equivale a ser un deficiente mental con carencias afectivas?

– Por descontado. Una verdadera obsesión por un equipo no es un rasgo de una persona equilibrada. Soñar con partidos, hacer siempre el mismo camino para ir al estadio, ponerte en la grada en una determinada postura porque trae suerte, llorar de tristeza o alegría por un resultado deportivo que nada va a cambiar tu vida… No son actitudes de las que estar orgulloso. Pero, al fin y al cabo, ¿qué actitudes serían plausibles? Mira, unos años después de dejar de ser socio me encontré con un antiguo compañero de un bar donde curré. Cuando le dije que lo había dejado casi se ofendió. Al final, se quedó callado y dijo, sin mirarme: “Pero si no tenemos esas cosas, ¿qué hacemos? ¿Todo va a ser ir del curro a casa? A algo nos tendremos que agarrar, ¿no?”

– ¿El Ramón Sánchez-Pizjuán es un puto estadio que fue la ruina del Sevilla? ¿Francisco era de lo peorcito que ha dado la cantera del Sevilla? ¿Le horrorizó enterarse del nombre del autor del himno del centenario? Cuidado, estoy empezando a odiarle. Quizá las pintadas en su fachada se las haga yo.

– Con lo de Francisco quiero dejar claro que me refiero al de Coria, no al de Osuna. Más de un amigo me lo ha preguntado. Es obvio que cuando digo eso, que es durante el relato del Sevilla-Barcelona de la 99/00, Francisco López Alfaro hacía mucho que había dejado el Sevilla. Y esa manera de calificar al otro Francisco se justifica por el tono de esa parte del libro. El estadio fue una ruina económica, su inauguración marca el fin del Sevilla poderoso de la posguerra y la llegada de la mediocridad de casi 50 años que nos tragamos. Y el Arrebato, quitando el himno, no me gusta, a ver qué le hacemos.

– «Yo no tengo que animar al Sevilla. Es el Sevilla quien tiene que animarme a mí a base de goles. Yo pago, ya aporto más que suficiente», decía su abuelo. Un gran hombre, sin duda.

– Y lo más grave es que tenía razón. Él vio al Sevilla campeón de todo, era socio cuando el campeonato de Liga, las tres copas y toda la pesca. Incluso me pasó una vez una foto Carlos Romero, del área de historia del Sevilla, en la que salían los aficionados sevillistas desplazados a Lisboa para ver el Benfica-Sevilla con que nos estrenamos en Copa de Europa en la que estaba él. Tenía una visión diferente de lo que era el sevillismo, una visión de su época. Me llegó a decir que yo tenía carácter de bético. Que eso de ir a animar, con la camiseta puesta, lo de no abuchear nunca al equipo, no era de sevillista. Por mi parte, yo le decía lo mismo que el hipotético chaval le dice a los viejos que le cuentan cosas de Kanouté o Luis Fabiano en el futuro. Que no me jodiera más, que yo era más sevillista que él y que el pasado me importaba tres cojones. Pero ya digo, después de tantos años, creo que tenía mucha razón.

– «Jamás le hablaré en primera persona del plural del Sevilla si no es usted un abonado con un mínimo de cinco años de antigüedad». Ahora entiendo el título de la colección donde encaja su obra, Hooligans Ilustrados. ¿Sabía que el sevillista más ilustrado, nuestro pregonero del centenario, don Antonio García Barbeito, no es abonado ni tiene interés alguno en serlo?

– Me parece muy bien. Pero para mí, en aquellos años de fundamentalismo, a gente así no la podía llamar sevillista. Ese adjetivo había que ganárselo, no te lo podías apropiar por las buenas. Hoy habrá chavales que piensen eso de mí y, ya digo, me parece perfecto. Es más, creo que tendrían razón y no podría replicar nada. ¿Cómo voy a ponerme al mismo nivel que un tío de 18 años que empeña sus fines de semana en viajar para ver a su equipo mientras yo estoy tranquilamente de copas en Sevilla? Imposible. Ellos son el Sevilla, no yo.

– Cuando escribe que «el portero hace unas estiradas magníficamente plásticas, lástima que no suela coincidir en el aire con el balón», ¿se refiere a Beto?

– Claro que no. Porque en el repaso de ese equipo lamentable, el único nombre propio que doy es el de Suker. Los años más importantes son los de la adolescencia, y a mí me tocó en los 90, por eso casi todas las reflexiones generales se refieren a esa época. Si tengo que decir qué portero tenía en mente, por desgracia sería Monchi. Digo por desgracia por lo muchísimo que después ha dado al Sevilla como director deportivo, una figura clave en la historia del Sevilla. Pero como portero era muy malo, de lo peor que he visto.

– «Si los dirigentes de nuestro club son unos golfos o los futbolistas unos ineptos, nos aferramos a un sentimiento puro, más allá del bien y del mal, que llamamos ‘sevillismo’ o, los más osados y líricos, ‘sevillismo verdadero’». ¿Los sevillistas debemos estar atentos a la cuenta de resultados de la sociedad anónima Sevilla Fútbol Club? ¿Seríamos menos sevillistas si nos enteramos de las comisiones que se van en fichajes?

– Bueno, eso lo digo al final, en el epílogo. No me interesan esas cosas. Cuentas de resultados, ingresos de explotación, amortizaciones… Yo era hincha de un equipo, no economista. No comprendo cómo gente joven, que debería estar loca de contenta al tener a jugadores como Bacca, piensen en cuánto le pueden sacar en un futuro traspaso. Ni que el dinero fuera para ellos. Como aficionado, quiero ser irresponsable. Hay una frase en el Hooligan Ilustrado del Castellón que me encanta: “Cuanto menos sepas qué se cuece en la trastienda de tu club, más limpia será tu pasión por él”.

– Cuenta que el gol de Antonio Puerta al Schalke fue tan inconcebible como si de pronto viéramos un segundo sol en el cielo. Esta no es ninguna pregunta. Solo quería que el sevillismo supiera que usted escribe cosas así.

– Yo no me lo creía. No cabía en mis esquemas mentales. ¿Clasificados para una final y, encima, europea? Supongo que debe de ser como que te toque la lotería, que no sabes si salir corriendo, saltar, gritar, irte a la calle y abrazarte con todo el mundo… Con la diferencia de que tenía a 45.000 personas a mi alrededor que sentían lo mismo. No era algo privado, sino comunitario, popular. Esa noche, más que la de Eindhoven, justifica una vida entera.

– Reconoce que no se ganó el derecho a ir a Turín. ¿No es lo suficientemente sevillista? ¿Quién tiene derecho?

– Creo que ya he respondido a esto en la pregunta sobre Barbeito. Tiene derecho la gente que da la cara, que no se rinde, que invierte su dinero y su tiempo en su equipo. Y sé que hubo gente que no fue a Eindhoven con más derecho que yo. Porque yo fui un privilegiado. Me sacaron el abono y me llevaron desde chico. Me dejé llevar. Sí, más adelante, con tantísimas putadas sufridas, no lo dejé y entonces ya dependía de mí. Sin embargo, conozco gente a la que nunca la acompañaron a Nervión, que ahorraban cada peseta para sacarse su abono sin que nadie les hubiera inculcado nada de sevillismo. Alguien así es quien tiene ese derecho.

– ¿Ha leído el libro 100 motivos para ser del Sevilla FC, de Raimundo de Hita? Si la respuesta es negativa, se lo recomiendo.

– Por desgracia, no lo he leído. Leo bastante poco sobre el Sevilla. El blog Salmón Palangana, que es buenísimo, y poco más.

– Volviendo al asunto del título de este libro, ¿le ofende que aquellas aficiones norteñas lancen tales epítetos a usted y a quien como usted muestra el refinamiento ‘made in UK’ de seguir al club de su ciudad y no tener un segundo equipo? Curiosamente, el único cántico común de los ultras sevillistas y béticos es ese que dirigen a los andaluces que jalean en las gradas del Pizjuán y el Villamarín cada gol del Madrid o el Barça: «Vete a tu pueblo / Cateto, vete a tu pueblo». Sintomático, ¿no?

– Esa es la parte buena del chovisnismo tan enervante de los sevillanos. Morimos con lo nuestro, para bien o para mal. ¿Cómo voy a ser de un equipo que no es de mi tierra? ¿Voy a querer más a la vecina que a mi madre? Ya puede la vecina ser magistrada del Tribunal Supremo, que mi madre es la mía y, sólo por eso, la mejor del mundo. Ahí se pueden quedar otros con sus Copas de Europa. Yo quiero celebrar mis cositas, que serán mucho o poco, pero son mías. Y celebrarlas con mi gente, en mi ciudad, en mi tierra. ¿Mover la banderita de otro, alabar a gente de fuera y dejar lo mío tirado? Venga ya. También digo en el libro que «prefiero mil veces a un niño con su camiseta del Betis antes que uno con la camiseta de un equipo de fuera».

Yonkis y gitanos marca otro hito en la mejor literatura sevillista. ¿Qué libro del Sevilla FC queda por escribir?

– No lo sé, la bibliografía sevillista es algo que no controlo muy bien. Lo que sí sería un premio para esta colección de Hooligans Ilustrados es que por fin el fútbol deje de ser un tema marginal en la literatura. Que no mengua el honor de nadie por escribir sobre fútbol. Si llevamos siglos alabando ese pagafantismo que es el amor romántico, ¿qué tiene de malo declarar una insana afición por unos colores?

PLANO CORTO

– Un delantero: Toni Polster

– Un portero: Palop

– Un defensa: Pondría a Dani Alves, pero ese no era defensa, ni medio ni delantero; era futbolista total. Así que Javi Navarro.

– Un centrocampista: Tsartas

– Un gol: El de Puerta debe de estar trilladísimo, así que me quedo con el de Germán Hornos a la Real.

– Un partido: 0-1 en Medizorroza, 01/02. No se puede tener más huevos que aquel Sevilla.

– Un presidente: No me interesan los espadones.

– Un cronista: Don José María López

– Un recuerdo feliz: Mi primer partido en gol norte.

– Una tristeza: Haber dejado de estar loco.

– El mayor título: Haberlo estado.

– Su mayor disfrute como sevillista: Todos. Todo mereció la pena.

– Lo mejor que se puede hacer con el nastro en la mano: Leer Yonkis y gitanos, y perdón por el pareado.

Texto: QUICO PÉREZ-VENTANA (@perezventana)

Información y venta del libro en este enlacehttp://librosdelko.com/2014/yonkis-y-gitanos/