LLueve a rachas, o eso quiere; uno saca el paraguas casi como parte del atuendo en el trabajo. El riesgo de catarro y el tiempo dudoso te hace pensar o, como poco, ponerte algo reflexivo entre tantas prisas, estrés, crisis…y tantas otras cosas.
No sé exactamente si ha sido por los años del trece barras en Segunda o la distancia marcada por los sevillistas en cuanto a títulos europeos, pero me preocupa cada vez más que el aficionado sevillano al fútbol sea capaz de vivir con goles en voz alta los que marcan merengues y catalanes como si con ellos fuera, o a los que juegan realmente les importara lo que se siente desde las tierras del sur; porque, sin historias de nacionalismos, a las peñas madridistas y culés de Andalucía se las ha estado ninguneando no poco ante la lejanía y el desprecio, aunque claro, esas peñas nacen en aquellas ciudades donde no hay equipos fuertes. Pero, ¿aquí también? Al igual que Don Camilo y Pepone, sacerdorte y alcalde comunista que se odiaban por fuera mientras que por dentro se ayudaban hasta en lo más inimaginable, béticos y sevillistas han de necesitarse, no sólo para un enfrentamiento, sino porque, como queridos enemigos, la connivencia es necesaria hasta para el odio. Twitter: @Betis_com_es
Que los de fuera no nos quiten la sevillanía; la globalización ésa de la que se habla no debe invadir una rivalidad tan soberana que pertenece a nuestra historia como la propia Giralda, aunque “apenas” nos lleve unos años.
Ojalá perdáis, pero ojalá que nos enfrentemos años y años seguidos, durante muchos.
