Renovar para largo plazo puede comprometer el futuro del Betis, con un Consejo de Administración que tiene fecha de caducidad. En la alegría se desborda la euforia pero hay que echar la vista atrás… y recordar un pasado no muy lejano.
En los tiempos buenos toca la euforia. Acordémonos de cuando subimos a Primera, firmando a jugadores con cláusulas de reducción de salario en caso de descenso, pero al día de hoy eso ya se ve lejano; la Europa League está conseguida muy a pesar de que los recursos defendidos por el Bufete de Tebas puedan llegar a buen puerto. Ahora lo que nos preocupa es el futuro inmediato. ¿Y a largo plazo?
Resulta que, como todos sabemos aunque a alguno del propio Betis se le olvide, Este Consejo De Administración tiene una función, un principio y un fin, que coincidirá, poco más o menos, con el fin de la Instrucción del caso Lopera o con el comienzo del juicio contra quien ha causado tantos problemas a lo largo de estos años. El Pepe Mel que todos queremos, como el Jorge Molina de estas temporadas, es el que nos gustaría que durase todas las temporadas que por renovación se le propone, pero, ¿no es un riesgo tanto tiempo para el Betis de hoy?
Cuando en tiempos de crisis lo que prima es el rendimiento y los objetivos como premisa, resulta preocupante no saber aún las condiciones de un contrato a tres años para un entrenador del que se espera crecimiento y progreso, con un listón que cada vez es más alto para un club y una afición deseosa de alegrías. ¿Querrá el nuevo Consejo a este Entrenador si las cosas no van bien? ¿Debería asumir las renovaciones?
Comprometer el futuro del Betis sin estar dirigiéndolo en un futuro es hipotecarlo para que su deuda la paguen otros. No tiene demasiado sentido actuar así.
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