Rafa Nadal es una apisonadora que se mete en los octavos de Roland Garros como si de entrenamientos se tratase. El español barrió de la pista a Eduardo Schwank por 6-1, 6-3 y 6-4 del mismo modo que antes lo hizo con Bolelli e Istomin, sin rival alguno que le plantase cara ni siquiera para ganarle ni una sóla vez el servicio.
El número dos del mundo resuelve la primera semana en París con una facilidad asombrosa. No hay reproches en su juego más allá de algún problema con el servicio, todavía por afinar en según que momentos, y Nadal asume que la exigencia llegará a partir del lunes, en donde se enfrentará al vencedor del duelo entre Juan Mónaco y Milos Raonic. Ante Schwank, Nadal es una trituradora en la Philippe Chatrier. No concede ni una gentileza al argentino, 192 del mundo y satisfecho ya por haber alcanzado la tercera ronda, rendido antes de jugar. En el primer set, Nadal se estira desde el juego inicial y rompe dos veces consecutivas el saque de Shcwank para ponerse con 4-0. No hay más historia. El guión es calcado de ahí hasta el desenlace. Nadal va ganando en confianza a medida que aplasta a sus rivales en la pista y nada tiene que ver este año con el anterior. «Interiormente me siento mejor», explicó el jueves, liberado de la ansiedad que le limitaba su juego. Ahora, Nadal está convencido y va como un torbellino hacia su séptimo Roland Garros. A Nadal le sale casi todo lo que intenta, aunque tampoco encuentra demasiada oposición con Schwank. El argentino, doblista en el equipo albiceleste de la Copa Davis, da un poquito más y aplica su manual de sacar, correr y asomar por la red ya que entiende que en el peloteo no tiene nada que hacer. Al menos maquilla el marcador, 6-3 esta vez. Y para acabar, un 6-4 intrascendente que confirma el buen estado del español, quien no pierde su servicio en todo el partido. Twitter: @NUMBER1Sport
