CRISPACIÓN. Fermín Hevia.
La cohesión es una virtud de cualquier grupo de personas. Las sinergias que se generan en un grupo bien cohesionado superan con creces cualquier tipo de individualidad, por brillante que sea.
Nosotros sabemos lo que es cohesión; vivimos una época de total comunión entre gestores, equipo y afición que llevó al Club a unas cotas impensables y, posiblemente, inalcanzables en otra circunstancia. Pero lo más significativo para mí no era el resultado deportivo que provocó dicha cohesión, sino el origen de la misma: EL MAL COMÚN. Porque en ningún caso se puede decir que la cohesión fue consecuencia del Sevilla de los títulos (sic) sino que ese Sevilla fue la consecuencia de dicha cohesión.
Hablaba del Mal Común, esa época nociva que se generó cuando los que dirigían se aprovecharon de la conversión de los clubes en S.A.D. y confundieron Entidad con Cortijo. Las acciones son mías, yo hago y deshago como quiero. El Sevilla Fútbol Club es, pese a quien le pese, una empresa. Hay accionistas que son dueños del Club y hay una tautología cierta: a más acciones en tu poder, más control. Los De Caldas y Carriones hicieron muy suya esa máxima, uno en una forma y otro en otra, herederos de los tejemanejes de Luis Cuervas, pero con la entrada de ingentes cantidades de dinero vía ingresos televisivos. El resto lo conocemos todos.
Lo que mergió de tamaño sumidero, aparte de una gestión muy cabal, fue un sentimiento en el Sevillismo de ir todos a una, que tuvo su culmen a partir del verano de 2005, un momento de máxima tensión en el hubo un claro punto de inflexión, una catarsis provocada por ilusiones generadas que se desvanecieron tras el último partido en casa contra el Málaga y la salida de un entrenador que había sido durante 5 años santo y seña del Sevilla Fútbol Club. Lo que ahora sería el caldo de cultivo para una «guerra civil» sevillista, en ese momento fue el germen para todo lo bueno que nos pasó: el Presidente hacía lo que era mejor para el Sevilla, sin duda el hecho de que sus sentidos estuviesen al 100% focalizados en el Club y no en temas personales ayudaba mucho. Monchi y, sobre todo, Antonio Fernández acertaron de pleno en la política de fichajes, salvando incluso la tremenda ruptura ocasionada por la venta de Baptista y, con la Liga comenzada, Sergio Ramos, y la afición se conjuró, dio un voto de confianza, que a unos nos llegó más pronto y a otros más tarde, pero nos llegó a todos, seguramente por ver a un equipo que se desvivía en cada partido, que sudaba dignidad en nuestro escudo y lo enarbolaba con la bandera del trabajo, la garra y, poco a poco, la calidad.
De una situación de crisis económica, institucional y deportiva, salió el mejor Sevilla Fútbol Club que se ha visto, y probablemente que se verá, en su Historia.
Observo muchas similitudes con ese verano de 2005, y eso es lo que se nos ha intentado hacer ver desde la planta noble del Ramón Sánchez Pizjuán. La crisis económica igual no es tan acuciante, pero el aspecto deportivo está en un plano similar: se busca un equipo. ¿Cuántas veces hemos escuchado citar al comienzo del Sevilla de Juande para salvar las carencias y resultados del Sevilla de Marcelino? ¿Cuántas veces se ha escuchado la palabra «transición» como las que la escuchamos en ese verano de hace 7 años? Sin embargo, es meridianamente imposible que lo que surja de esta situación sea lo mismo que salió ese año. IMPOSIBLE.
¿Qué factores me llevan a realizar esta afirmación? En primer lugar los Dirigentes. La evolución, desde mi punto de vista, ha sido muy negativa. Se ha pasado de gente con intención de dotar al Club de estructuras profesionales y profesionalizadas, a gestores que reiteradamente están fracasando en los objetivos que se proponen y que no solo no se marchan, sino que usan su lugar para evitar circunstancias personales. El Equipo viene cuesta abajo en lugar de cuesta arriba. Tiene la traba de que, al menos en los próximos años, siempre se le pondrá el Sevilla de Juande como referencia. No están los que estuvieron ni vendrán otros iguales. La gestión deportiva de renovación de la plantilla ha sido un despropósito y el empeño de mantener el control en el vestuario por parte de la secretaría técnica acaban por lastrar aún más la situación. La Afición. Ésto merece punto y aparte.
La Afición es soberana. Está compuesta por una mezcla de personas heterogéneas, con ideas diferentes en todos los aspectos de la vida, personalidades dispares y formas de ver el mundo meridianamente opuestas, con un vínculo en común: El Sevillismo. No hay más. El aficionado individual siente SU sevillismo de forma diferente a otro aficionado individual. Sobre un mismo hecho, piensa diferente a otros sevillistas, como ha sido siempre y como siempre será. Tiene el derecho a manifestar su opinión, a sentir al Sevilla Fútbol Club como quiere y le viene en gana; no es más sevillista porque aplauda más, porque vaya a más partidos, porque tenga acciones o porque no critique al equipo. El sevillista es, siempre, SEVILLISTA.
Parece que este concepto tan simple se les olvida a muchos, especialmente a los que controlan la mayor parte de las acciones del Club. Despotismo ilustrado: todo para los Sevillistas, pero sin los Sevillistas. Imposible e inviable. Es evidente que no puede existir una democracia del sevillismo para tomar decisiones, no soy tan prosaico. Sin embargo, vivir de espaldas a la afición conlleva a una total crispación y a un clima que genera un caldo de cultivo revolucionario. Carnets a precios de Champions, más caros que entidades con más solera y ubicadas en ciudades con mejor economía que la sevillana, discursos enfocados al pensamiento único, contradicciones en las declaraciones y un absoluto amor por agarrarse a la poltrona.
Hay mucho más. Los medios oficiales. Aquí hay mucha leña que cortar. Lógicamente, el medio oficial de un equipo tiene que ser una vía de información del Club y nunca, en ningún caso y bajo ninguna circunstancia, debe perjudicar al mismo o ir en contra de la política de decisiones internas que se toman. Sin embargo, un medio oficial no puede ir en contra de los Sevillistas. Inconcebible el papel de personajes como Cabrera Brizuela o Jesús Alvarado, demencial este último. Los insultos al árbitro de Brizuela tras la eliminación del Valencia juegan totalmente en contra de los intereses del equipo. Asimismo, el tema del comentarista de los partidos es una incongruencia tras otra. Una persona que COBRA del Sevilla Fútbol Club, además bastante bien, no puede dedicarse paralelamente a insultar a accionistas de su entidad. Todos los que hemos tenido la oportunidad de leer sus desvaríos en Twitter o en su blog sabemos que insulta desde su púlpito, llamando mindundis, hijosdeputa y demás lindezas a cualquiera que no piensa como él o como él quiere que los demás piensen.
Hay una diferencia entre criticar e insultar; yo critico al presidente del Sevilla Fútbol Club, al director deportivo, al entrenador, pero no a las personas, sino a los cargos que desempeñan. Por dejarlo claro, pienso que Marcelino es un entrenador pésimo, pero entiendo que será una excelente persona. Caer en la descalificación personal, en el insulto burdo, es algo que no debe consentirse y es algo que consienten los dirigentes del Sevilla Fútbol Club.
Evidentemente, hay un clima de crispación en el Sevillismo, alimentado por nosotros mismos, los aficionados. Pero esa crispación no la generamos nosotros, la generan los que siembran de odio, los que imponen un pensamiento único, los que critican a quien piensa que los que dirigen no son los adecuados, los que no respetan la opinión del resto. Esos, esos no son sevillistas anónimos, esos tienen nombre y apellidos, esos son los Jesús Alvarado, los Cabrera Brizuela, los Alejandro Rodríguez…. No obstante, no callarán mi voz, ni mis palabras, ni las de los que piensan como yo o piensan diferente pero respetan a los demás. Es mi forma de ver el Sevillismo y ni voy a renunciar a ella ni pienso exigir a nadie que lo haga.
Twitter: @Ninjalepero