Servilismo mediático

Escrito por Number 1 Sport. Creado en El Lector opina

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SERVILISMO MEDIÁTICO. Por Fermín Hevia.

El ascenso al poder de muchos líderes no habría sido tan sencillo sin un apoyo mediático y propagandístico paralelo. Un claro ejemplo, tal vez el más diáfano, lo tenemos en Adolf Hitler. ¿Cómo un simple cabo del ejército alemán llegó a convertirse en el peor dictador de la Historia (posiblemente Stalin no le andase a la zaga) y poner en jaque a medio mundo?

La máquina mediática Nazi lo elevó primero, dentro de los escalafones de su partido, para después tomar el control de periódicos (Völkischer Beobachter) y con el culmen de tener un Ministro de Propaganda como Goebbels, que convenció a la población alemana de que la superioridad racial y moral era un hecho, metiéndolos en una guerra de trágicas consecuencias.

Tal vez no haya que irse a situaciones tan tradicales y evidentes: los especialistas en campañas políticas, los asesores de imagen, los consejeros de prensa, etc.. no son más que una proyección de algo que viene produciéndose desde que el mundo es mundo; para llegar al poder es más importante «parecer» que «ser». Les recomiendo encarecidamente que vean la película de George Clooney «Los Idus de Marzo» o una algo más antigua y con un toque más cómico, pero sin perder ni un ápice de realidad, «La cortina de humo» de Barry Levinson.

Los líderes tienden a rodearse de gente que puede ayudarles a limpiar sus trapos sucios y de palmeros. Siempre hay alguien dispuesto a ayudarte a limpiar esa mancha o a lamer tu turgente trasero a cambio de prebendas, carguetes o reconocimiento. Unas veces son favores, otras veces es algo tan simple como un sueldo.  Siempre hay un País, un El Mundo, una NBC, un Intereconomía, etc… dispuesto a adoctrinar o a hacer un favor. ¿Para qué existen las líneas editoriales de los medios si no? Nada es gratis en esta vida.

Después de esta introducción politizada, vamos a lo que interesa. Como decía, aquí nadie se salva y nuestros futbolísticos dirigentes no son una excepción. Los medios de nuestra ciudad, en general, han sido y son bastante cobardes, salvo inquinas personales que han llevado a los juzgados a portales deportivos y periodistas con pseudónimos de aves rapaces nocturnas, que iban más destinadas a socavar a la persona y no al cargo que esta representaba. En el caso meridianamente opuesto, e igual de nocivo, están los otros, los palmeros, los que doran la píldora y ríen la gracia, los que esperan obtener así una información privilegiada o un futuro puesto en los medios de comunicación del club de marras.

Irónicamente, la ciclotimia de estos periodistas es acojonante (o acongojante para los que sean más modosos): pasan de la loa servil a la crítica ácida con una pasmosa facilidad, que curiosamente suele venir acompañada de un cambio en el status quo de poder de club en cuestión.

Porque ¿quién no recuerda esos «hola hola Don Manué», esas chanzas cuando el mítico Lopera hablaba de las «creaturitas» o los consejeros se ponían camisetas de «Lo Ciento»? Esa masa mediática sevillana riéndose de aquello, alabando al rescatador del Betis, glorificando en los altares al «salvador del cluzs» y demás… ¿Quién no recuerda ese brindis achampanado de Rafael Almansa con el ex presidente y dueño virtual del Real Betis Balompié? Esos mismos, que veían cómo Lopera se enriquecía a costa del Betis, que veían cómo un club sin los ingresos de Madrid y Barcelona hacía el fichaje más caro de la Historia del fútbol en su época, que conocían la enrevesadísima estructura empresarial en la que estaba envuelta la S.A.D., los que nunca preguntaron de dónde sacaba el dinero el Betis, los que reían con Encadesa, Incecosa y demás, esos mismos después comenzaron un (MERECIDO) escarnio contra el que presumía de busto y perro con nombre de persona. Ahora hay que darle al mono, que para eso es de goma, poner de manifiesto lo malo, lo nocivo, demonizar a Manuel Ruíz de Lopera y aplaudir a Bosch, a Guillén, a Gordillo y al de la moto, porque es lo que toca y hay que llevarse bien con ellos.

El Sevilla Fútbol Club no es la excepción. Ayer viendo «A Balón Parado» presencié uno de los mayores ejercicios de servilismo mediático que he visto. Fue un acto propagandístico en toda regla, un discurso obsoleto, hablando de títulos que hace tiempo que son pasado y que, con la situación actual del equipo, se están acercando peligrosamente al «pasado remoto». Ninguna pregunta ácida, ninguna crítica dura, nadie cuestionándose el puesto de nadie,…

Podrán decirme, y no sin razón, que qué espero de un programa de los llamados «medios oficiales», sin embargo tenía la esperanza de que uno de esos pocos periodistas íntegros (bajo mi punto de vista) que había en Sevilla, lo fuese también en esta circunstancia. Cuando estás a sueldo de alguien, es muy jodido morder la mano que te da de comer. En cierta forma, te prostituyes, porque pones tu independencia al servicio de alguien, perdiéndola automáticamente. Todos lo hacemos en nuestro trabajo, es una tautología.

Sin embargo, me llama más la atención el resto de la prensa «independiente». Con un presidente condenado, que se mantiene en el cargo en contra de unos estatutos sociales (no voy a meterme en consideraciones técnicas de presunción de inocencia; la sentencia no es firme, pero existe sentencia) y que pretende hacer el cargo hereditario, un director deportivo que lleva derrochando dinero en medianías un lustro, una sarta de consejeros que no alzan la voz por miedo a dejar de percibir el maná divino del futuro accionista mayoritario, campañas de socios que hacen sonrojarse al más sevillista, y un larguísimo etcétera de despropósitos, no he escuchado a ningún periodista que en una entrevista pregunte, incida, ponga de manifiesto o sea irreverente con Del Nido, Monchi o la madre que los parió. Pequeños comentarios, discrepancias tangenciales, pero al final, lo mismo de siempre: guardamos la distancia y pasamos página porque igual nos vetan, y si ya nos han vetado, porque no nos levantan el veto.

Al final, todos tenemos una familia, una hipoteca, un crédito, el colegio de los niños, la gasolina que está muy cara y hace mucho frío en la calle. Pero qué fea es la profesión de periodista cuando tus palabras están al servicio de los intereses de alguien en lugar de usarlas para decir la verdad, cuestionar paradigmas y hacer pensar a la gente.

Twitter: @Ninjalepero