LA PASTILLA DE LA FELICIDAD LLAMADA ESPAÑA. Por José Manuel García-Otero.
Terminó el partido y alguien que no conozco abrazó mi cabeza como si fuera una sandía de oro. La mezcla de sudor y desodorante barato anidó en las patillas de mis gafas. El tipo saltaba jubiloso con mi cabeza como trofeo. España, España, España. Hubiera jurado que se trataba del hombre más feliz del mundo si no hubiese visto miles de personas igual brincando como posesas. Un gol de Xabi Alonso significó la pastilla de la felicidad, un justo premio a semanas de desasosiego y carencias.
Aquel tipo de la camiseta roja y los vaqueros gastados se parecía como una gota de agua a miles de tipos con la camiseta roja y los vaqueros gastados que daban saltos con el gol de Alonso, y encogían el corazón y abrían los ojos como ventanales de una catedral cada vez que David Silva o Andrés Iniesta combinaban el balón, y el balón iba y venía, como el genio de la lámpara, a cobijarse en los tobillos de aquellos locos bajitos.
Los franceses eran o fueron un ejército vencido que bajó los brazos y entregó las llaves de una leyenda de maltrato futbolístico, que ya nunca más será. De ello se ha encargado la España de Vicente Del Bosque, ese bigotón de mirada serena y un corazón tan sosegado que parece vivir bajo palmeras.
Por culpa de este pelotón que llaman la roja, que habla con un balón bajo el brazo y compone música celestial, mucha gente esta noche ha dormido a pierna suelta y se ha despertado con una sonrisa. ¿Sabéis el significado de una sonrisa en unos tiempos donde la negrura sólo invita a lágrimas de acero?
Pues la selección de España lo ha conseguido. Los automóviles serpenteaban por las calles desparramando alegría y los balcones se engalanaban de rojigualda, colores de orgullo y reafirmación. Un grupo de locos bajitos, virtuosos de la pelota, ha llenado de energía positiva los vacíos almacenes del alma de todo un país. Por un momento hemos visto el mar, incluso hemos atisbado una chispa de esperanza. Un milagro llamado fútbol llenó los corazones de millones de personas. Esa pastilla de fútbol que da la roja inoculó de felicidad nuestras venas. Qué alegría de verte por aquí, España. Y qué bueno conocerte.
