Homenaje a Coqui, la esposa de un gran señor, Juan Francisco Rodríguez Alonso

Escrito por José Miguel Muñoz. Creado en Nuestros números 1

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Juan Francisco Rodríguez Alonso y Coqui

Se llamaba Coqui, o mejor dicho, se llama, porque sigue viva entre nosotros con su recuerdo. Una de esas personas que te marca en la vida, de las que te deja huella, de las que con su sola presencia te hace sentir importante. Estas líneas no son más que un sincero y humilde homenaje para Coqui y su familia en estos momentos tan duros de tu gente, la que te quiere y no te olvida.

GRACIAS POR EXISTIR ‘COQUI’

Por: JOSÉ MIGUEL MUÑOZ

Apenas hace un mes que nos dejó, para marcharse al tercer anillo para seguir cuidando de sus hijos, sus nietos, y su alma gemela, mi amigo del alma: Juan Francisco Rodríguez Alonso. Una de esas personas que en estos tiempos que corren te enseñan que esto llamado vida merece la pena, incluso cuando la misma te golpea con dureza haciéndote dudar si tu paso por ella no debió suceder.

Conocí a Juan Francisco siendo él, ‘alma mateur’ del Hospital Vírgen del Rocío en unos momentos complicados. Mi primer y único hijo, Iker, con apenas 21 días de vida tenía una fiebre muy alta y los primeros informes apuntaban a que podría tener meningitis. Después de más de casi tres semanas ingresado en Neunatología, todo queda en un susto.

Fueron días muy duros al ver como ese sueño hecho realidad, el de ser padre, comenzaba mal. Nada más lejos de la realidad, lo que era algo para olvidar se convirtió en algo bueno. Aquellas semanas, de soledad, de preocupación, y de ver como lo único que te agarraba a la vida se podía ir me hicieron madurar mucho. Aprendí a ver quién estaba de verdad, no olvidaré nunca aquellas llamadas, aquellas visitas, aquel cariño que en mucho casos llegó de hasta aquel momento un auténtico desconocido.

Personal del Vírgen del Rocío como el celador Paco Montero, siempre agradecido a ti amigo; Mely, y todo el equipo de Neunatología, y por supuesto, el otro protagonista de esta historia, Juan Francisco Rodríguez Alonso, por haberse convertido en el ángel de la guarda de mi hijo Iker, y posteriormente sin saberlo, con su amistad, en el mío propio.

Pero ahora eres tú querido Juan Francisco, el que necesitas ese cariño, ese agradecimiento, esa fuerza que en aquel momento me regalaste desinteresadamente pese a que yo no era más  el familiar de un paciente, un desconocido para ti. Demostraste profesionalidad pero si me lo permites, demostraste algo aún más grande, humanidad. Te metiste como padre que eres en mí, consciente de lo que estábamos pasando al ver así a nuestro hijo.

Y desde ese instante, sin saberlo me ganaste, con esa claridad con la que hablas, sin miedo a con tu sinceridad hacer daño, porque sabes que harías aún más daño si te callaras lo que piensas y eso no va contigo. Por eso, no puedo callar ahora lo que siento yo. Sabes que de un tiempo a esta parte mi vida no es precisamente perfecta, pero el tener gente como tú a mi lado hacen que alcance esa perfección que uno busca en todas las facetas de la vida.

Y hay muchas cosas en las que uno ha fallado, en las que debe mejorar, pero en otras, me siento afortunado. Afortunado de tener amigos como tú, personas que te demuestran una generosidad tan grande que te dejan sin palabras. Llevo mucho tiempo queriendo escribir estas líneas, para decirte ¡Gracias! pero no ha sido hasta este momento cuando me he atrevido a hacerlo.

Quizás porque es ahora cuando más lo necesitas. Hace apenas un mes que se te fue tu alma gemela, tu otro yo, esa persona que ha estado y estará cosida a ti, piel con piel de por vida, hasta que el destino, ojalá tarde mucho en hacerlo, haga que vuestras almas vuelvan a cogerse de la mano, a deciros te quiero, qué ganas tenía de verte…

Porque aunque ahora no la puedas ver en el sofá, junto a ti en la cama, robándole sonrisa a tus nietos, Coqui, sí Juan tu Coqui sigue ahí, contigo, junto a ti, agarrándote de la mano en esos paseos solitarios que das, en esas charlas internas que mantienes contigo mismo, con mil preguntas, mil porqués… Son esas cosas que uno no llega a entender y que cuando lo hace aprende que no es más que una lección para valorar el día a día, para que no dejemos de decir te quiero a la gente que quieres, ni dejar de hacer sentir importante a todos aquellos que nos hacen sentir importantes a nosotros.

Y tú amigo Juan me haces sentir importante. Me has hecho sentir vivo incluso cuando creía haber ‘muerto’. Con tu mirada sincera, con tu bondad, con esa generosidad y sencillez que tan especial te hace y que sin pararte a pensarlo tú eres todas esas cosas especiales que ves en nosotros. Coqui se fue, pero ha estado en cada zambomba de Jerez, esas que tuvimos pendiente celebrar, en cada villancico, en cada sevillana, en el polvo del camino de El Rocío.

Coqui está en ti, en cada lágrima tuya, en cada sonrisa de tus nietos, en cada paso adelante de tus hijos, en cada abrazo y gratitud de tus amigos. Coqui está en nuestros corazones, esos que conquistó día a día o en un sólo día, porque ella se bastaba de su arte para ganarte a las primeras de cambio. Muchos piensan que con el pitido final se ha acabado el partido, pero se equivocan Juan, queda mucho por delante, nos queda la prórroga y en algunos casos incluso los penaltis. Porque aún queda mucho partido por disfrutar y como siempre tendremos el mejor título para alzar con orgullo al Cielo. Vuestra amistad.

PD: Dedicado a Coqui, a su alma gemela, Juan Francisco Rodríguez Alonso, su familia y amigos; y con tu permiso Juan, a los amigos que no me han fallado, a los que lo hicieron por haberme dado una lección y muy especialmente, a mis padres Ricardo y María Dolores, con los que siempre estaré en deuda y a cuya altura nunca podré estar, y a mi hijo Iker, el que hace latir mi corazón y el que dibuja mi mayor sonrisa.

A todos gracias.