El tenista español agranda su leyenda sobre la tierra de París consiguiendo su octava «Copa de los Mosqueteros».
Rafa Nadal vuelve a reinar en Roland Garros. El tenista balear abrumó a David Ferrer, a quien no dio ninguna opción en la final de París, para conquistar su octavo título del torneo que domina con mano de hierro desde que irrumpió en el circuito. En poco más de dos horas, Nadal superó a Ferrer por 6-3, 6-2, 6-3 para seguir haciendo más historia aún en Roland Garros y confirmar su regreso a la élite tras la lesión de rodilla que amenazó su carrera la temporada pasada. Es la primera vez que un tenista conquista ocho veces un torneo de Gran Slam. Rafa Nadal no sólo ha logrado ese hito, sino que es el primer tenista de la historia en ganar al menos un grande en nueve temporadas seguidas. Aunque David Ferrer le adelantará en el ránking de la ATP al finalizar Roland Garros por el cuarto puesto, Nadal se confirma como el mejor tenista del año, ya que tras siete meses de baja disputó su novena final en nueve torneos. Venció en siete de ellas. Es el duodécimo torneo de Grand Slam que logra Nadal en su carrera, y además suma su victoria número 59 en Roland Garros, lo que le convierte en el tenista que más triunfos acumula en ese torneo, superando al argentino Guillermo Vilas. Sólo los 17 grandes de Roger Federer y los 14 de Pete Sampras superan a Nadal. El tenista de Manacor dominó de principio a fin la cuarta final totalmente española de un torneo que cumple 112 ediciones y levantó la decimosexta Copa de los Mosqueteros con acento español. Nadal se convierte en el indiscutible rey de París, un torneo que ha controlado con mano de hierro en los últimos años, sin contar la derrota que concedió en el 2009 frente al sueco Robin Soderling, la única en este torneo. El mallorquín domina Roland Garros de cabo a rabo y está dispuesto a hacerse con todos los récords de ese torneo. El año pasado destronó al sueco Bjorn Borg en número de victorias absolutas, este año ha acabado con el récord de Vilas en partidos ganados y todavía, a sus 27 años, no se atisba el final de su reinado. Nadal no deja lugar a la contestación. Acabó en un épico partido con el serbio Novak Djokovic en semifinales y en la final se deshizo de un Ferrer que llegaba pletórico, sin haber perdido un set. Ni el número uno del mundo ni el rocoso jugador levantino que comparecía con un expediente inmaculado pudieron con la determinación del mallorquín.
Como en el séptimo Roland Garros de Nadal, el año pasado ante Djokovic, la lluvia tuvo su protagonismo, aunque en esta ocasión no obligó a suspender el partido. Fue un factor más en un encuentro en el que Nadal demostró su superioridad frente al de Jávea, que a sus 31 años había alcanzado por primera vez la final de un Grand Slam. Todos los indicadores previos estaban en contra del levantino y, en esta ocasión, la realidad no decepcionó a la estadística. Hacía ocho años que Ferrer había conseguido su única victoria sobre tierra batida contra Nadal y, desde entonces, se habían sucedido 15 triunfos del mallorquín. Ferrer aguantó el choque cinco juegos, en los que Nadal le rompió un servicio pero enseguida lo recuperó. Pero a partir del 3-2 a favor del levantino, el partido fue todo del mallorquín, que se apuntó siete juegos consecutivos, cerró la primera magna (6-3) y dejó encarrilada la segunda (3-0). El bote alto de la bola se convirtió en un suplicio para Ferrer, que echó de menos algún golpe ganador más, más opciones para crear problemas a un Nadal, que solo por momentos dejó muestras de su mejor nivel. En ese momento apareció la lluvia y el tenis liftado de Nadal perdió algo de eficacia. Pero tampoco pareció beneficiar mucho a Ferrer, que sólo pudo sumar dos juegos. Además de por la lluvia, en esa manga hubo incidentes provocados por manifestantes contra la legalización del matrimonio homosexual en Francia, que obligaron a detener breves minutos el partido. El más grave se produjo cuando un espectador semidesnudo saltó a la pista con una bengala, lo que obligó a intervenir a las fuerzas de seguridad del estadio. Con dos mangas abajo, la final de Roland Garros se convirtió en un calvario para Ferrer, que llegó a perder 2-0 en el tercero. El levantino reaccionó, rompió el saque de su rival y alargó el partido. Pero Nadal no estaba dispuesto a que la final se prolongara. Sabía que tenía a su rival contra las cuerdas y quiso acelerar el triunfo. Volvió a romper en el octavo juego y Nadal dispuso de su servicio para ganar el partido, una opción que no desperdició. Twitter: @NUMBER1Sport