Muy poquitas ganas de escribir de ciclismo tengo hoy. El que estaba llamado a ser un gran día por las expectativas de medalla que había con el debut en éstos mundiales de Limburgo de Alberto Contador en la prueba contrareloj, ha quedado oscurecido por una tragedia ocurrida hoy al filo de las 14,00 cuando el ciclista de 23 años y natural de Onda (Castellón) Víctor Cabedo y perteneciente a la disciplina de Euskaltel Euskadi, encontraba la muerte en una carretera mientras ejercía su profesión, mientras entrenaba para mantener su forma.
Realmente todo oscurecido por éste lamentable hecho, que por desgracia se está volviendo demasiado habitual en nuestras carreteras. Pero sinceramente y sin saber como me va a salir, creo que el mejor homenaje que le puede hacer éste modesto aficionado que les escribe es hablar de su pasión, hablar de ciclismo, hablar de ése deporte maravilloso al que nadie, o muy pocos parecen entender o respetar. Por ello hablaré de la contrareloj, de Alberto, de Martin quedando en el compromiso con la venia de ésta maravillosa página de relatarles la semana que viene lo que se vive a diario por ésas cunetas de Dios donde muchos ciclistas nos jugamos la vida a diario por el mero hecho de practicar un deporte que amamos. Va por tí Víctor. Pues hoy, teníamos el primer caramelo de los mundiales. Hoy era el día en el que se abría el telón de los élite masculinos, con la prueba contrareloj. Y el caramelo era de los dulces dulces. Alberto Contador partía en los pronósticos como uno de los grandes favoritos a optar a medalla. Pero el caramelo se convirtió en amargo, muy amargo. Alberto por los motivos que sean no ha encontrado jamás el golpe de pedal necesario para codearse con los grandes especialistas contra el reloj. Jamás durante toda la prueba ha tenido la más mínima opción de medalla. Alberto, bajo mi modestísimo punto de vista, ha demostrado que los problemas que arrastró en la Vuelta se le han vuelto a reproducir aquí. Para ganar una prueba de éste tipo necesitas mucha competición y mucha preaparación específica. Contador no ha tenido la más mínima opción de realizar como Dios manda ninguna de ésas dos premisas, tras un año de desconcierto y para olvidar en cuanto a preparación de pruebas. El circuito, el viento y la lluvia caída a ratos, le han dado una dureza al ya de por sí muy exigente circuito holandés que ha permitido a los grandes especialistas meter tierra de por medio con nuestro campeón.